Simon Letter dejó la taza de té sobre la mesa. Tras ingerir una copiosa cena, creyó que sería apropiado tomarse una tisana y así rebajar la pesadez que sentía en su estómago.

Su esposa Rebecca estaba sentada a su lado, degustando una copa de champán, que habían adquirido en el restaurante «Sa Paparra»,mientras mojaba con delicadeza una fresa en la burbujeante bebida.

De repente, el hombre clavó sus pupilas en los labios carnosos de su esposa, que deleitaba de placer, saboreando el fruto rojo.

-¿Qué te pasa? -preguntó entre dientes, observando un gesto inusual en la mirada de él.

-La cena me ha sentado fatal. Creo que he comido demasiado.

-o bebido. Si mal no recuerdo, esa botella de vino está vacía, gracias a ti.

-Puede ser… No descarto la posibilidad de ello.

En aquel momento, apareció la sirvienta portando una bandeja con un par de cócteles, servidos en unas originales copas. Las dejó sobre la mesa y se retiró con sigilo, dejándoles de nuevo a solas.

Rebecca cogió una de las coopas y se la dio a su marido, que la agarró con ansia.

-Me apetece dar un par de sorbos a ésto, lo mismo me sienta bien.

Ella frunció el ceño y prefirió no opinar, sabiendo que era una excusa para seguir bebiendo.

A medida que avanzaba la noche, la meteorología iba empeorando. Enormes olas surgían en el mar, tornándose brava en un breve espacio de tiempo. Un rayo iluminó la imponente silueta del lujoso barco, que parecía mecerse en mitad de la nada.

-Hoy estás preciosa con ese vestido rosa.

-Lo he estrenado para la ocasión. Sabía que me sorprenderías con una cena romántica.

-Es tu cumpleaños. ¿Cómo se me iba a olvidar?

La mujer echó un sonriente vistaz al pedrusco que lucía en su anular derecho, obsequio de su ferviente esposo. Por debajo de la mesa, aprovechó para descalzarse y dejar a un lado sus zapatos de tacón, y así alcanzar con el pie desnudo la entrepierna de Simon, que no parecía estar por la labor de adentrarse en los placeres de la carne. Dio un respingo y esbozó una sonrisa.

-Me estás haciendo cosquillas.

Ella contuaba, notando cómo hacían efecto los dedos de sus cuidados pies en la imponente erección que se ocultaba bajo la tela de los pantalones. A pesar de no hallarse al cien x cien, no pudo evitar sucumbir a los deseos de la famélica mujer. A partir de ahí, todo sucedió muy rápido. Mientras él se bajaba los pantalones, Rebecca rodeó la mesa con un par de largas zancadas y se sentó a horcajadas sobre su esposo. En el rostro de Simon se dibujó la sonrisa visible de un hombre voluble, que conocía a la perfección el efecto que ella le causaba.

Las manos de Simon la agarraron de la cintura, mientras poseía su interior. Rebecca arqueó la espalda, apoyándose en el bordillo de la mesa que estaba detrás, así tenía carta blanca para cabalgar a su antojo, de un modo más intenso y profundo.

-Haces de mí lo que te da la gana -pronunció Simón entre dientes.

Ella seguía enfrascada en lo suyo, buscando su propio placer. Una vez concurrió el desenlace del acto, ambos estaban extenuados, empapados en sudor, con las telas de sus vestimentas adheridas a la piel.

A tientas, el hombre agarró la copa de daiquiri que seguía sobre la mesa y se la llevó a los labios, engulléndola de un solo trago.

–Estoy sediento.

Ella se mantenía abrazada a su cuerpo sofocado, extenuada y sudorosa.

De repente, el hombre la apartó y se puso en pie.

-¿Qué sucede?

-Creo que voy a vomitar.

En lugar de dirigirse al baño, tomó la dirección contraria y se encaminó hacia la cubierta de la embarcación. Descorrió las vaporosas cortinas y la cristalera que daba al exterior. Mientras tanto, ella se entretuvo en saborear la última fresa que quedaba en el plato, relamiéndose los dedos al final del bocado. Después, echó una ojeada al diminuto reloj de pulsera que portaba en suu fina muñeca; eran ya más de las dos y media de la madrugada.

Un grito ahogado y ensordecedor la rescató de su ensoñación, obligándola a salir corriendo hacia la cubierta.

-¡Simon….! ¡Simon…!

Pero ahí abajo no había nada, ni nadie…. Su esposo acababa de ser engullido por un mar embravecido y rebelde.

-Ayuda… ¡Socorro….!

Todo el personal de a bordo acudió a la llamada de auxxilio, tratando de calmar a la desesperada mujer.

-Ha caído por la borda… Me dijo que no se enconntraba muy bien y salió a vomitar.

Con la ayuda de potentes focos iluminaron la superficie, pero el mar andaba demasiado embravecido, y apenas se dejaba entrever nada, salvo agua oscura y espuma.

-¡Me lo han arrebatado….! -exclamaba Rebecca entre alaridos y sollozos.

Entonces sufrió un leve mareo que la obligó a sujetarsd con fuerza a los brazos del tripulante; acto seguido perdió el mundo de vista.

Capítulo 1 (tres meses después)

Sinopsis: El detective Miller se adentra en un laberinto de misterio y lujuria. Todo comienza cuando la atractiva Rebecca irrumpe en su despacho, convencida en que la desaparición de su esposo no ha sido fortuita. Miller, ayudado por su secretaria, llevan a cabo la investigación, descubriendo que nada es lo que parece.

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