La chica del vestido rosa

La chica del vestido rosa

Matias Vadala

01/04/2018

La verdad que no tengo ni idea de cómo comienzan las historias de amor, pero está comenzó bastante extraña. Ni siquiera yo sabía que la pregunta de mi mejor amigo en una tarde calurosa y húmeda, como lo acostumbra a ser en la ciudad de Rosario iba a desencadenar en toda esta historia.

Era una tarde más de verano, el ventilador de la casa de Joel (mi mejor amigo) y un fresco vaso de soda hacían del intenso y detestable calor, algo más llevadero. Cómo siempre nuestras charlas desembocaban en más de lo mismo, una especie de catarsis sobre el género femenino. Cómo mi amigo se encontraba (y lo sigue haciendo) en una relación y su experiencia con mujeres era limitada, era yo quien recibía la atención y el protagonismo. En mi giraba cada charla y está no era la excepción.

Mi corto cerebro de adolescente se seguía preguntando porque él había tomado la decisión de a tan corta edad (18) dedicarle todo el tiempo a una sola persona, él no era alguien horrendo a la vista de los demás, es más en ese tiempo, ambos sudábamos y entrenábamos juntos en el mismo gimnasio, y su genética lo ayudaba, tenía un físico digno de admirar, su gran altura se veían acompañada de unos imponentes brazos y pectorales, además de ser una persona súper interesante e ampliamente educada e inteligente.

En esos tiempos, yo estaba enloquecido por una de las amigas de su novia, quién paradójicamente, también era mi amiga y compartíamos el mismo grupo de amigos e inclusive mismo salón de clases.

Era una chica hermosa en todos sus aspectos; su hermoso y rizado cabello rubio, (podría jurar que cada mechón de pelo valía lo mismo que un resplandeciente lingote de oro), acompañado de unos hermosos ojos celestes más profundos que el mismo cielo y de remate una hermosa sonrisa la cual podría observar por horas. Pero no le bastaba con ser hermosa a la vista, hasta sus pensamientos eran hermosos: amaba que discutamos en clases y observar sus posturas sobre cada uno de los temas a debatir, y esa belleza les juro que es la más difícil de quitarse de la cabeza, tan difícil era que incluso podría plantearme pensar en amor, cuando odiaba hacerlo, si ella se metía en mi cabeza por unos instantes la idea de amor cobraba algo de color.

Mientras yo soñaba despierto y evaluaba las posibilidades de conquistarla Joel me detiene con un planteo un poco absurdo.

-Mati -con tono serio, poco adecuado a la charla-, la otra vez estuvimos charlando con vale, y queríamos saber si ocurría algo entre vos y Naiara.

Naiara era hasta ese entonces una de mis mejores amigas, y si, pertenecía también al mismo grupo. Además de ser la primera, no podíamos negar que era físicamente bella, pero no lo suficientemente como para desviar mi atención de la hermosa chica de los rizos dorados.

Aproveche esta pausa para tomar soda, mi garganta se había secado y solo bastaba con unos tragos para que el frío y las burbujas se encargaran de refrescar mi garganta y ayudarme a continuar con mi charla.

A la observación de Joel respondí rápidamente:

– Nada, que debería ocurrir. Sabés algo que yo no?

Era imposible que esto ocurra (a no ser que me esté preparando una sorpresa o vaya a decirme algo en los próximos segundos) Joel, siempre me contaba absolutamente todo. Agregó:

-No, solamente eso, ella me dijo que le extrañaba la forma de tratarse que tenían, pero me dijo que ella nunca estaría con vos.

No le di importancia, además, por qué fijarme en ella cuando había una versión mejorada para mí en ese entonces: Jesica, una de sus hermanas. Ella era mayor que nosotros, era más bonita y lo más importante, o lo que la hacía más interesante para mí, tenía novio, siempre fui un fan de lo prohibido. Seguimos hablando de Delfina.

Como toda charla esta también llegó a su fin, me despedí de Joel con un abrazo, debía hacerlo, me sentía completo, cada momento que pasaba con él era único e inigualable.

Un viernes como cualquier otro, mamá entraba a mi habitación para despertarme, aunque detestaba despertarme temprano, ella lo hacía todo más agradable. Confieso igual nunca haber sido alguien fácil y levantarme de la cama era una de mis actividades más odiadas.

Todo corría su curso, loba, mi perra, una hermosa y obesa Golden Retriever, también venía a despertarme, con la pequeña particularidad de se adueñaba de mi cama. No me importaba, era feliz, amaba el hecho de tener a ese animal cerca, me transmitía muchísima más felicidad que cientos de personas a las que conocía, y, aunque no me crean, su cara me hacía acordar a la de una sonrisa.

El café de papá era una de las cosas más agradables de la mañana. Él solía batir el café a mano, jamás probé otro igual en mi vida, la espuma le daba el toque de perfección.

Con respecto a la escuela, tenía una relación de amor odio. Detestaba con toda mi alma tener que estudiar, pero amaba llegar y ver a mis amigos. Aunque las bromas entre nosotros solían ser pesadas, amaba hasta el echo de enojarme con ellos. Era normal, además, reír hasta el dolor de estómago, según dicen la risa alarga la vida, de ser así, la vida junto ellos podrían ser motivo de inmortalidad.

Mi compañero de banco era Tomás, aunque en nuestro curso había dos, él hacer el más serio solo lo llamábamos por el correspondiente diminutivo, tomi. Mientras que el otro, “Tomasito”, poseía una personalidad y una apariencia más infantil.

Tomás, tenía una personalidad muy distinta a la mía, el era una persona un tanto seria, estructurado, serio e incluso tenía novia. Yo, por el contrario, fui toda mi vida un desastre, además de ser bastante molesto. Sí, me costaba levantarme de la cama, pero una vez que lo hacía me ponía bastante enérgico. Fue esa disparidad la que hizo que ese año (4to de la secundaria), fuera el último en el que compartiéramos banco.

Delante nuestro se encontraban Galo y Jeremías, en quien podía, y puedo, hasta el día de hoy confiar mis más íntimos secretos. Continuándolos, Martín y Guido, hasta ahí podríamos catalogar a mis compañeros como amigos, el resto es historia. Éste último, Guido, era quien proporcionaba su casa como lugar de reuniones nocturnas de fin de semana, la cual también incluye alcohol. A esta reunión también acudían nuestras compañeras de curso, entre ellas Delfina, para ser más exacto la única que no era tenida en cuenta era mi amiga Naiara, quizá se de debió a que pertenecía al otro curso, o quien sabe.

Esa misma noche, como todas las de viernes, nos íbamos a reunir, ya estaba todo preparado. Sentía esa noche un tanto especial, yo sabía de antemano que la presencia de delfina esa noche iba a invadir mis ojos, y mi alma. Me sentía confiado, había pasado ya un tiempo hablando y coqueteando con ella, y mi instinto de joven adolescente me decía que esa noche era mi noche, la noche más esperada hasta entonces. Ella estaba sola, yo estaba solo, ¿Qué podría salir mal? Creo incluso que con el paso del tiempo supo endulzarme un poco más el alma, ahora quizá sí podría pensar en el amor, o en el algo semejante. Quizá había encontrado lo que buscaba: admiraba sus ideas, su forma de pensar. Me atraía su forma de debatir, quería discutir con ella y oírla tener la razón, una y otra vez.

La noche seguía su curso, todo iba normal, como todos los viernes. Nos encontrábamos sentados alrededor de la gran mesa de roble de la casa, el alcohol ya había inundado mi ser, y el de mis amigos. Mientras pasaba el tiempo yo juntaba valor para la gran propuesta de la noche. En mi corta vida había sentido tantos nervios como en ese momento, momento en el que me dispuse a llamar a la hermosa chica de los rizos dorados para “hablar afuera”. Milagrosamente, acepto. El primer pasó estaba concretado, estaba gozando un momento de soledad con ella, mientras mis amigos me alentaban en espíritu desde adentro, y distraían a sus amigas para apaciguar mis nervios.

Recuerdo con exactitud cada detalle ese momento en el patio de la casa. Bajo la luz de luna, el frío húmedo invadía cada centímetro de mi piel, y otra sensación invadía cada rincón de mi cuerpo. Era una mezcla de nervios y de ansiedad, no sabía como, pero moría de ganas por realizar el primer contacto con sus labios.

-Realmente, siempre sé que decir, esta noche no, no puedo mentirte, sos hermosa en todos tus aspectos, y siento que me encantaría darte un beso en este preciso instante- me atreví a decirle. Una parte de mi se había relajado, pero solo duró instantes.

-No, yo no quiero nada con vos-. Declaró.

Sentí en ese momento un vacío gigante. La chica de mis sueños, con la quien me sentía super seguro de conquistar, me había rechazado. Le bastaron un mísero puñado de palabras para destrozarme el corazón, y para coronar lo que fue, en ese entonces, mi primer fracaso en el amor.

Me sentí vacío, quizá el fallo no había sido mi declaración en sí, si no su locutor, o sea, yo. Tal vez, esas palabras en boca de otra persona hubieran desembocado en el más romántico beso que una novela romántica pudiera relatar jamás. Pero no fue el caso, ahí me encontraba yo, saboreando el amargo fracaso, sintiendo que tocaba fondo. La tristeza invadía mi alma, era perfección y yo con mis defectos no éramos compatibles con ella. Las cosas no terminaron ahí, recuerdo que este fracaso fue motivo de burla para las chicas de mi colegio los siguientes meses en el colegio.

Por ese entonces solíamos discutir mucho entre todo el grupo, y mi extrovertida personalidad no me permitía quedarme callado de ninguna manera. Pero mi posición en las charlas se veía aplacado siempre por el mismo acote, y cuando no, tenía miedo de que ocurra. Las palabras que se incrustaban como puñaladas del más frio acero en mi interior siempre eran las siguientes:

Cállate idiota, Delfina no te dio ni la hora. Hoy me parece una idiotez, pero en ese entonces, no encontraba respuesta a ese acote, me sentí colapsar.

Aunque no todo era oscuridad, por suerte contaba con mis amigos y con Naiara. Hablar con ella me transmitía la misma paz que un abrazo de mi madre. Todavía recuerdo las tardes en la plaza. Las tarde frías de invierno y ella eran testigo de mi catarsis:

-No lo puedo creer nai, te juro que ella me gustaba demasiado, de igual manera, no tanto como tu hermana Jesica- bromeo, ella sonríe.

-Ya lo sé matu, pero no te preocupes, no es consciente de lo que se pierde, y no Jesi está en pareja-. Me consuela

Todo el mundo siempre me utilizaba el mismo apodo para mí, mati e incluso a veces me llamaban por mi nombre completo. El hecho de que ella me llame de una manera al resto me hacía percibirla de una manera distinto, era especial, estaba feliz de que sea mi amiga.

  • Pero ¿Qué queda para mí entonces ahora? – pregunté
  • Ya va a llegar amigo, tenés que ser paciente -.

Si bien ella me daba paz, no era la suficiente como para contener mi impulso por encontrar una compañía. Mi situación en mi grupo de amigos no ayudaba: yo era el único soltero y verlos a ellos felices, compartiendo su sonrisa con otra persona me daba cierta envidia he de decir, aunque también me alegraba por ellos. Quizá yo no estaba aún preparado, quizá nunca lo estaría.

Con el tiempo, fui haciéndome amigo de esta soledad. Poco a poco iba recobrando las ganas de repartir mi tiempo con cualquier mujer que se me cruce, el cual me había sacado el mal trago de la situación embarazosa con Delfina. Se alejaba de mis pensamientos la idea del amor. Me sentí fortalecido, dicen que lo que no te mata, te hace más fuerte. Quizá ahora podría resistir los golpes del amor, sin caer abatido tan fácilmente. Pero claro, solo tenía 17 años. ¿Sería esto suficiente?

Dedique mis días entonces a lo único que disfrutaba de hacer: entrenar. Era mi vida, no hacía otra cosa. Sentí entonces que quizá era el momento para consagrarme en algo. Mi apellido siempre tuve peso: papá fue un exitoso jockey y su padre también. Por si eso fuera poco, mi primo era una reconocida figura del fútbol. Odiaba ser conocido como: «el hijo de» o «el primo de». Quería mi propia identidad y me la estaba ganando. Había logrado llamar la atención de mi maestro Ismael, y de su mejor alumno Diego. Habíamos comenzado a trabajar para competir en Jiu-Jitsu Brasilero. Además obvio, contaba con el apoyo de Joel en todos los entrenamientos y en el gimnasio.

No fue entonces hasta un 17 de julio del año 2014, fecha de un importante torneo donde debía coronarme. Había estado preparandomé hace meses. Siqueira veía a mis amigos, mi actividades se basaban en comer, entrenar y dormir.

Podía sentir la adrenalina correr por cada parte de mi cuerpo, moría por competir, quería ganar, merecía ganar. Había invitado a todos mis amigos, de los cuales solo habían asistido dos: Joel, que tambien competía, aunque en otra categoría y Naiara, quien increíblemente había cancelado una cita con el chico que salía para dedicarme ese día a mí, su mejor amigo. La ausencia de los demás no significo absolutamente nada, era tal ambición de ganar que me invadía que era imposible que algo así baje mis ánimos, siempre fui bastante positivo.

Apenas la vi me dirijí a saludarla. Su sonrisa de oreja a oreja, imperfecta pero dulce, podría reconocerla a kilómetros.

-Gracias por venir, sinceramente no esperaba a nadie- sonreí.

-¡Conmigo siempre vas a contar!- me devuelve la sonrisa con una un poco más grande.

-Y… ¿Qué pasó con Brian?-

-Puede esperar, no es tampoco tan importante- y elevó sus marrones ojos hacia arriba, quitándole más importancia a este chico con solo un gesto.

Sonó mi nombre en el alta voz del estadio. Había llegado el momento.

La primera lucha fue fácil, logré someter a mi rival con facilidad, puesto que él era más delgado que yo. Al terminar, saludé a mi entranador, quien me felicitó orgulloso por la primera victoria. Luego el abrazo de Joel, no podía faltar. No me acerque a las tribunas a saludar a mi familia ni a mi amiga, tenía que seguir contrando, no quedaba mucho para la otra pelea.

Al cabo de unos minutos, mientras charlaba con Joel volví a oir mi nombre. Esta vez el rival era un poco más complicado: era mayor que yo, su altura era más o menos similar a la mía, y su contextura fisíca me preocupaba un poco más. El hecho de que tambíen tenía barba lo hacía ver más rudo, yo por mi parte era un adolescente. Carecía todavía de atrivutos varoniles.

Me costó muchisimo la pelea. Tuve que emplear mucha más fuerza, incluso sufrí mucho más. No fue una pelea fácil, se podía observar la diferencia de edad sin entender mucho del tema. El público también lo notaba, me era inevitable girar mi cabeza hacia donde estaba mi familia y Naiara. Ella se preocupaba, sufría por cada golpe, como si también pudiera sentir el dolor físico. Era evidente que se preocupaba por mí.

Pero no podía distraerme mucho, menos pensar en mi mejor amiga cuando tenía encima una persona de unos treinta y tantos años de edad trantando de ponerme a dormir. Conseguí meterlo en mi trampa, desvíe su atención, se sentía demasiado confiando. Se olvidó de que cada parte del cuerpo puede ser sometida y que las apariencias engañan. Mientras intentaba ahocarme con mi propio Gui (la vestimenta de competición, simular a un antiguo kimono) extendió sus brazos, lo que me dió espacio a mí, gracias a mi gran elasticidad, a realizar palanca sobre sus codos con mi pelvis. Se sometió y volví a ganar. Mi felicidad aumentaba y la de los míos también. Después de tanto sufrimiento se dibujaba ahora una sonrisa en sus rostros. Eso me alegraba muchísimo más.

Quedaba una sola lucha, pero estaba exhausto. Ni mis nervios, ni la idea de vomitar en medio de las peleas me permitían comer. Debería haberlo hecho, eran las 3 pm. y moría de sueño, pero el deseo de ganar el torneo no me permitía dormir, ni yo tampoco que quería hacerlo.

-Matías Vadala prensentarse al tatami número uno.- Sonó en el altavoz.

Mi corazón comenzo a palpitar tan fuerte como nunca. No podía dejarme ganar.

El problema era ahora mi estado. Me encontraba cansado, aunque no fue dificil ganar, solo me dedique a no dejar que me someta, y esperar a que el tiempo termine. Y así fue.

Una sensación enorme inundó mi pecho, salí del tatami y dirigí mi vista hacia mi familia y ahí estaba ella, tan feliz como yo, su emoción y su felicidad era incomprables. Era mi mejor amiga pero su felicidad llenaba cada parte de mi alma.

SINOPSIS

A veces nos enamoramos y no nos damos cuenta, inclusive de la persona que menos esperamos. Esta novela relata la historia de Matías, un adolescente promedio, apasionado por el Jiu Jitsu, con un poco de mala suerte en el amor. Durante el paso de su adolescencia conoce a muchas mujeres, algunas que le brindarían felicidad de a ratos, algunas serían piedras en el camino. La única que se mantenía presente y estable era su mejor Amiga, Naiara. A la cual ignoraba como algo más que su amiga. No es hasta su noche de graduación, luego de una serie de acontecimientos, que nuestro protagonista se da cuenta que quizá, esa chica simple, sería quien realmente pudiera amar hasta el cansancio. El resto, es historia…

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