Introducción: Como adolecente adicta a las letras, decidi presentar mi testiminio con respeto a la escritura digital, ojala lo disfruten.

Tenía 15 años. Poseía una Kindle, una Tablet y un computador, sin embargo; en su mochila Jansport siempre llevaba un libro (regalo de algún amigo o familiar, quizás comprado con sus ahorros o prestado de alguna biblioteca) y una libreta morada. Coleccionaba libretas moradas, donde escribía poesía. Las compraba a $5.990 en la biblioteca nacional. Cada una tenía 100 hermosas hojas amarillas, y ella atesoraba versos en cada línea.

A pesar de estar todo el tiempo chateando por medio de la pantalla táctil de su celular, el olor de las paginas nunca serian reemplazados, no para ella. No hay olor como el de un libro, como el de una libreta morada.

Odiaba transcribir sus obras. Sus amigos siempre le preguntaban porque no las escribía directamente en el computador, ella simplemente respondía “ustedes no entienden” Y así era. Jóvenes sumisos de la tecnología, que no habían descubierto el arte de la literatura, de la poesía.

Para ella, siempre sería una sensación inigualable, el pasar cada página con su distinto tipo de papel, el acariciar las portadas y aquellas las frases que le llenaran el corazón, subrayarlas con un destacador naranja, chueco, sin regla ni nada.

Nunca habría nada más mágico, que sentir la tinta que daba forma a los versos brotando de la punta de sus dedos. Daba igual el futuro en el que le tocará crecer, ella seguiría leyendo en papel, subrayando chueco, acariciando portadas tangibles y, sobre todo, escribiendo poemas con lápices de gel en libretas moradas. La tecnología nunca entenderá el hechizo que provoca un libro, ni lo mágica que es la poesía.

Un libro es un mundo y cada letra es una estrella, cada palabra es una constelación, porque un mundo no puede ser totalmente apreciado a través de una pantalla. Porque las libretas moradas eran su mundo y no podían ser creadas en un teclado, porque la literatura se merece más.

Ella creía ciegamente que había una conexión entre el escritor y el papel. Y da igual que en el 2022 ella recién vaya a tener 20 años, da igual como estará el mundo en el 2030, en el 2050. Ella seguirá creyendo en que la literatura es un arte que merece ser leída y ser escrita en algo tangible, como el papel, con su textura y aroma tan únicos.

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