Cada día significaba un llanto, un pequeño lago que se desvanecía en sus mejillas, con cada juguete roto, con cada tarea que no entendía, con cada ¨ haz tu tarea ¨, y aunque cada una de estas lágrimas se sentían en el alma, incluso el más pequeño de los llantos, iba poco a poco marcando y secando a Juan Manuel, ¿qué sera de él que siente fuerte, pero cada vez menos?, ¿qué será de él que con cada día va perdiendo algo?
No fue hasta el día en que murío su abuelo, que Juan Manuel descubrío algo, rodeado de lágrimas de otros y gritos y quejas, Juan Manuel encontró una razón para no llorar, encontró, que si tú mismo, quieres ayudar a otros, más pequeños, más débiles, más heridos, no es tan fácil llorar frente a ellos, y así rodeado de gente llorando, Juan Manuel, no derramo una gota por su abuelo fallecido.
Años tuvieron que pasar, sin pensar en ese abuelo que le hacía bromas a la abuela, en ese abuelo que le decía que se arreglara antes de salir, en ese abuelo que se comía un huevo crudo al despertar, sin pensar en nada de eso, hasta que un día, tranquilo contándole a su pareja sobre ese abuelo, que la represa se rompió, se quebró en pedazos, y lo que eran pequeños lagos, rápidamente, se convirtió en un pequeño mar, recordando a ese viejo, que creyendo haber crecido, Juan Manuel no lloro.
OPINIONES Y COMENTARIOS