El llavero en el bolsillo

En el recreo, Juan sujetó la mano de Romina y le entregó un llavero en forma de corazón. Ella sonrió, sorprendida, y lo guardó rápidamente en su bolsillo, antes de correr junto a él hacia mí para seguir con los juegos que realizamos desde pequeños. Pero, algo dentro de mí se rompió. Un dolor inexplicable me recorrió el pecho y, al ver a Juan, sentí una rabia que no supe identificar. Al mirar a Romina, sentí una tristeza profunda, como si algo se hubiera roto entre nosotros, aunque no comprendía qué. De repente, todo me parecía distante, como si algo invisible nos separara, aunque aún estábamos juntos en el mismo lugar. Les dije que me sentía mal y que iba a la enfermería. Juan me miró preocupado y dijo: “Sí, te ves fatal”. Quise correr detrás de ellos, seguir en nuestro propio mundo, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Les pedí que no me acompañaran. No supe por qué insistí, solo lo hice. Algo dentro de mí me decía que necesitaba la soledad, aunque no entendía el motivo. En la enfermería, la enfermera me recibió con una sonrisa amable, pero sus ojos parecían entender más que yo. Le conté que me dolía el pecho, como si algo se me hubiera quedado atrapado allí. Me invitó a acostarme en la camilla. “Solo respira profundamente”, me dijo, “deja que tu mente entienda lo que estás viviendo. No lo reprimas”. Cerré los ojos y traté de respirar, pero el nudo en el pecho no desaparecía. Sentía que había perdido algo, pero no sabía qué era. Mis ojos se nublaron y las lágrimas comenzaron a caer. La enfermera se acercó, me ofreció un pañuelo y me pasó una botella de agua. “Está bien, solo respira”, dijo suavemente. En su voz había una calma que no entendía, pero que necesitaba. Sin pensarlo, me dio un abrazo cálido, y por un momento, sentí que estaba siendo sostenido en medio de mi caos interior. El llavero en el bolsillo de Romina seguía allí, pero ya no tenía el mismo valor.