Se derrumbó al escucharlo. No entendía muy bien de qué estaba hablando el padre de ella. Él, le hablaba de ella y el hijo que deberían haber tenido y escuchaba “…lo que pasa es que es muy pequeña, muy frágil, es como una vaquillona que no tiene el peso indicado y podría haber tenido un parto distócico. Siempre se debe tener en cuenta la amplitud de su canal de parto y el desarrollo de su aparato reproductivo, bla, bla, bla…”
La tristeza y el dolor que sentía se mezclaban con la memoria de los tiempos felices. Todo había empezado dos años atrás.
Él vivía en la avenida llena de árboles, ella estudiaba en un colegio de señoritas a una cuadra de su casa. Cuando se encontraron él tenía 15 y ella 13, no se separaron. Su relación transcurrió de manera ideal, casi mágica, en el pequeño pueblo ganadero de La Pampa. Pasaron dos veranos y ellos tenían un secreto que los unió aún más.
- Hola. Mamá y papá me pidieron que los acompañe. – su voz sonó alegre al otro lado del teléfono.
- Qué lindo, disfruten el viaje. Cuando vuelvan les contamos nuestro secreto.
- Si, contestó ella, ilusionada. No veo la hora que nos casemos.
La pequeña ciudad se despidió de ella con un susurro de secretos y una mirada de compasión. Ella, con un brillo especial en sus ojos y el corazón lleno de ilusión, se fue hacia la gran ciudad con su familia.
Pocos días antes, había querido festejar su cumpleaños número quince, pero su madre le había dicho que no era el momento adecuado. Su abuela había fallecido y no habían pasado seis meses. La tradición no lo permitía. No le importó.
Porque ella tenía un secreto, un secreto que la llenaba de emoción y de miedo. Estaba embarazada, fruto del amor que compartía con su novio. La noticia la había llenado de ilusión, de sueños de casarse, ser madre, de criar a su hijo con amor y dedicación.
Pero su familia tenía otros planes. La llevaron a la gran ciudad, a un quirófano frío y estéril, donde le quitaron el fruto de su amor. Ella se sintió vacía, como si le hubieran arrancado una parte de su alma.
Cuando regresó a su pequeña ciudad, ya no era la misma. Su mirada había cambiado, su sonrisa se había apagado. Lo ocurrido la había marcado para siempre.
OPINIONES Y COMENTARIOS