Plaza San Martín, aquellas hamacas, el olor a pasto mojado y el apuro por poder subirse y no esperar.

La ansiedad comenzaba unas cuadras antes, y la emoción se mezclaba con la alegría, no nos alcanzaban las preocupaciones, no existían los miedos, el mundo se nos abría de modo amigable 

Uno no preguntaba mucho, sólo disfrutaba, quizás quien nos llevaba estaba sumido en dudas, angustias, miedos, problemas sin resolver, pero para nosotros estaba ella, la plaza, centro de juegos , lugar de sonrisas y encuentros .

Cuando los avatares de la vida nos empuja a lugares sombríos, a huecos de soledad, es, en ese momento ,donde la inocencia derrumbada nos inunda de nuevo, nos vuelve a los senderos  donde , quizás , no podamos regresar, pero que nuestra memoria nos acerca para poder seguir lo que nos reste de vida.

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