Cachimba

Cachimba

Juan Gomez

24/01/2025

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El chico siempre fue callado. Que yo recuerde, lo escuché llorar al nacer y poco más. Pero desde que su madre nos dejó se volvió muy solitario.

Aunque en realidad, los de acá siempre fuimos solitarios y los pocos que ahora quedamos nos hemos vuelto mudos, como estas matas ralas que remolinean con el viento o este talco gris que ahora es la tierra.

Yo no quise eso para mi hijo, mi único hijo, no señor. Lo pensé feliz, cazando en las vizcacheras con los hijos de los Sosa, bajando naranjas del árbol de los Pataco para traérmelas envueltas en la camisa roñosa, como hacen los hijos de los Sosa con su madre.

Él, en cambio, lo único que hacía era bajar al río y pasarse las horas en la orilla. Por las tardes de verano, cuando el Cachimba se ponía caudaloso, se bañaba en los rápidos. Eran los únicos momentos en que yo barruntaba en él algo parecido a la felicidad. O quizás fueran mis ansias, pucha digo.

Entrar, nada menos que al Cachimba. De nada servía que yo le recordara lo de su madre, que le rogara que tuviera cuidado; el chico es porfiado.

¿Qué querés, le decía, que algún día te encontremos como tu madre, con los cabellos (iguales a los del chico, vea, ahora lo pienso, y sus mismos ojos negros) enredados entre los juncos de la orilla?

Mi mujer. El cisne le decían, ¿se acuerda? A veces sueño con la vez que la encontramos. El rostro pálido, hermoso todavía, vuelto hacia el cielo, comido por los peces. Las cuencas vacías de los ojos, los vestidos aún intactos, las piernas blancas, blanquísimas.

Odio a ese río. Hicieron bien en llevárselo.

Son los federales, le dije el día que vimos bajar de los camiones a los soldados, todos de azul intenso. Vienen a dinamitar el Dique, a desviar el curso del Cachimba.

El chico me miró, le juro, con una mirada entre el espanto y la certeza de aquel que toma una decisión irrevocable, igual a la que tomaría un hombre que ha vivido toda una vida. Permaneció conmigo un par de días y no lo vi más. Qué hace un chico de once años, solo, por el mundo, dígame. Pero yo sé dónde encontrarlo. Por esta cruz, esta vez sin él a este lugar no vuelvo.

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