¿Tú me seguirás?

¿Tú me seguirás?

Gina Hap

15/01/2025

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-¿Qué serás cuando seas grande? – era la pregunta obligada en la casa de mi tío Juan. Yo respondía con algo diferente cada vez, queriendo descubrir (si eso hubiera sido posible), lo que él habría querido escuchar para dar una contestación que la cesara. Todavía recuerdo cómo se reía cuando respondí “linda”. Mi tío era un autodidacta en muchas cosas, alguien demasiado inquieto. Nos hacía jugar a mí y a mis hermanos, nos compraba revistas y nos preguntaba qué nos habían parecido, nos daba conversación para hacernos hablar a nosotros como si le despertara curiosidad infinita saber sobre el modo en que veíamos el mundo. Todavía recuerdo sus libros, su pieza repleta de revistas y papeles escritos con una letra diminuta y torcida, algo así como un código diferente para cada letra que nadie más que él podría descifrar y que ocultaban sus textos aunque estuviesen a simple vista. Todavía recuerdo la incomprensión absoluta que tuve ante las lágrimas de mi abuela cuando me decía que el tío Juan “se había ido”. Recuerdo cómo volvía de niña a aquella pieza intacta llena de libros una y otra vez en esa casa, revolviéndolo todo, como un tesoro para mí, y cómo esa escena triste me acompañaba, detenida en el tiempo, aun cuando hubieran transcurrido tantos años desde entonces.

De ese legado guardé muchos libros que pasaron a mi biblioteca y conservé los papelitos escritos entre sus hojas que había dejado mi tío a modo de anotaciones. Recuerdo que había uno que particularmente me dolía: entre garabatos podía leer “tú me seguirás”. Esa frase me invadía de tristeza, imaginaba tantas escenas diferentes y todas se evanecían, él no estaba aquí para pensarme, para preguntarme, para guiarme, para seguirlo. ¿Cómo es posible que hasta hoy yo no hubiese podido leerlo diferente? Estaba en mi biblioteca, escribiendo y garabateando mis notas, fui a buscar unas referencias y el papelito cayó del viejo libro. No se trataba de seguirlo a él, me estaba diciendo que yo continuaría, que ahora seguía yo. Esa tarde sentí un pasaje de la infancia a la adultez, como si hubiese un corte no cronológico ni lineal, que solo a posteriori parece decir desde el presente: esa fue tu infancia, esa fue tu historia, ese fue tu pasado. Me llevo de él algo,  ahora propio, para seguir, para continuar: “soy escritora, como mi tío Juan”.

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