Hoy empieza a funcionar El Topo, el mecanismo que dirigirá a los políticos. Tras 35 años de investigaciones y pruebas, el microchip se ha instalado en las cabezas de los gobernantes. Hará saltar todas las alarmas de los edificios públicos cada vez que mientan y tendrán que pagar, al menos, 100 euros por cada falacia. Otras democracias ya se han interesado por el sistema pionero en España.
El compromiso surgió el año de la niña bonita, cuando Grecia dejó de ser bella un tiempo. El corralito en 2015 hizo saltar las alarmas de los españoles, temerosos de quedar ellos también presos, no solo su dinero. Las protestas se sucedieron por todo el país, y el Defensor del Pueblo recibió ese año el triple de quejas, siendo dos terceras partes denuncias por corrupción. En precampaña electoral, el entonces presidente del Gobierno aseguró que aquí no había nada que temer, si el seguía en el poder. Juan Cansado, un periodista becario, le preguntó cómo podíamos creerlo. «No sé, si tuviéramos una máquina de la verdad…» Fue su respuesta. La máquina es hoy una realidad. Cansado preguntó a todos los políticos si estarían dispuestos a ello, a decir la verdad. En plena época de «se vende programa» no se negaron al «que me registre quien quiera», y hoy no pueden negarse al programa que ya está en marcha.
Cada vez que un cargo político hable, el microchip detectará si lo que dice es cierto, gracias a la información que se va guardando. Conecta cifras y datos. En el caso de detectar una mentira, saltarán todas las alarmas del edificio como si estuvieran robando, y el político de turno tendrá que abonar, como mínimo, 100 euros, en las huchas que se han instalado en todas las salas de prensa. La cuantía de las sanciones por cada mentirijilla y las penas por cada trolón pueden consultarse en el BOE de ayer. También habrá multas cuando se digan medias verdades o donde dije digo, ahora digo Diego. Juan Cansado, que hoy es el director del principal periódico de este país, seguirá de cerca el proceso.
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