LA ÚLTIMA VELA POR SOPLAR (1. TECNOLOGÍA Y CIENCIA)

LA ÚLTIMA VELA POR SOPLAR (1. TECNOLOGÍA Y CIENCIA)

Raquel G. Osende

29/06/2015

Dirigentes de todo el mundo se reúnen en Minsk, Bielorrusia, para ser testigos de cómo la última refinería en funcionamiento apaga su antorcha y cierra sus puertas.

“Es el fin de la era más contaminante de la Historia”, anuncia Rory John Gates, presidente de EEUU, sin mencionar la resistencia que opuso su país al Plan de Transformación Energética firmado en Copenhague en 2035. “Y lo más satisfactorio es que hayamos logrado independizarnos del petróleo de forma pacífica. Todos pensábamos que el agotamiento de los combustibles fósiles desencadenaría una catástrofe.”

Para Kumabe Shizuka, coordinadora mundial del Plan de Copenhague y probable candidata al Nobel de la Paz, lo sorprendente es haberlo conseguido sin contar con un único recurso alternativo.

 “Hace treinta años buscábamos una fuente mítica, capaz de producir energía a gran escala”, explicaba el mes pasado a The Economist. “Pero la solución pasaba precisamente por la diversificación de las fuentes. La energía no tenía por qué monopolizarla la gasolinera o la central térmica. Cada coche y hasta cada casa podía llegar a autoabastecerse con una combinación ingeniosa de las renovables y los DEI (Diseños Energéticamente Inteligentes). Empezamos alimentando los parquímetros con paneles solares. Luego revolucionamos el transporte marítimo con los cargueros eólicos. Hoy, hasta las luces de mi gimnasio las enciendo yo al correr en la cinta.”

 Sin embargo, no todo es satisfacción en Minsk. Mientras que el primer mundo ha sabido salir del paso, los países subdesarrollados de nuevo se quedan a la cola y salen perjudicados.

“El permiso para incumplir el Protocolo de Kyoto nos condenó”, afirma Adheesha Randhawa, primera ministra de la India. “Impulsó nuestro crecimiento pero nos hizo dependientes de una fuente condenada a extinguirse. Era la opción fácil y cortoplacista.”

Antes se los categorizaba de emergentes. Ahora ya se conocen como países sedientos. Denuncian hambrunas, disturbios y hasta guerras por las últimas gotas de petróleo, en manos de los tristemente famosos piratas de oro negro.

“Hoy hemos soplado la última vela del cumpleaños”, dice la ministra Randhawa, mirando la antorcha apagada de Minsk, “pero el pastel ya se repartió hace mucho.”

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