La gran sequía que ha padecido nuestro planeta a lo largo de estos 15 años ha acabado con el océano pacífico
Tras el agotamiento de la última reserva de petróleo en 2028, el agua ha sido y es el combustible más codiciado. En seguida, los grandes magnates pasaron a ser dueños de este nuevo oro líquido haciendo que los precios alcanzaran cifras insostenibles para la mayoría. Las centrales nucleares y las eléctricas fueron sustituidas por otras dedicadas exclusivamente a la explotación del agua.
La forma de vida de la sociedad, tal como la conocíamos a principios de milenio, cambió radicalmente. Las playas se cerraron y el consumo de agua doméstico paso a ser regulado bajo estrictas leyes. Del mismo modo, los animales y la vegetación acuática fueron exterminados.
Con el paso de los años, las cantidades de agua iban bajando. A ello se sumaba la cruda etapa de sequía que no había hecho más que empezar. Venecia y Ámsterdam fueron las primeras afectadas al perder sus canales. Los ríos, pantanos y lagos de todo el mundo fueron sufriendo poco a poco el mismo destino. Asimismo, los mares y océanos fueron extinguiéndose poco a poco.
Aunque el deshielo de los polos consiguió devolvernos la esperanza, enseguida se vieron marchitadas. La nieve y la lluvia pasaron a ser un recuerdo del pasado, que cada vez menos población ha llegado a conocer.
La última cúpula organizada por los altos cargos del mundo ha determinado que el planeta se encuentra en estado de alarma. Hasta el momento, la electricidad ha dejado de funcionar y pocos son ya los coches que todavía conservan combustible. Millones de personas están invadiendo las calles para manifestarse y exigen una solución inmediata. El caos se ha apoderado de las ciudades.
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