El día en que se desactivó la muerte

El día en que se desactivó la muerte

Luis Tarrafeta

25/06/2015

Han pasado cuatro años desde que Pfizer&Johnson² revolucionara algo más que la industria farmacéutica. Una inversión acumulada de 780B$ (520B¥), permitió al equipo de Ingwe Stratford inhibir los efectos de la telomerasa. El resultado, por todos conocido, fue Bethesda©. El fármaco que incrementa la esperanza de vida en un factor diez: envejecer un año por década.

Es pronto para hablar de revertir el envejecimiento“, reconoce con prudencia Stratford. Pero no reprime su optimismo, “claro que quizá disponga todavía de entre 200 y 500 años para verlo“.

Una oportunidad real, sí, para los muy pocos que pueden permitirse el tratamiento.

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“Siempre soñamos con algo así y, ahora que lo conseguimos, resulta ser un privilegio al alcance de nadie”, comenta Annalynne Tyler responsable de NESRI. “Se abre una nueva brecha social. No solo la calidad, sino la cantidad de vida separará a los más ricos de los simples mortales” ironiza.

Para Maxwell Ikiko, spokeman de Pfizer&Johnson², el conflicto es “irremediable». Ha ocurrido en los albores de cada gran avance»  y argumenta que “la inversión debe rentabilizarse para seguir investigando en beneficio de todos”.

Algo difícil de aceptar para diversos colectivos sociales movilizados ya, a nivel global, en protestas cada vez más violentas. Omar Johanssen, portavoz de UCLA, lo denuncia: “no son los costes. Son asumibles y compensables por los sistemas de expropiación gubernamental. Pero falla la voluntad política”.

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El argumento encaja con lo que Zoe Grushev, Estrategy-Advisor de la Unión Occidental, expresó recientemente en UCLA. “Un acceso descontrolado al fármaco, nos enfrenta a un escenario de crecimiento demográfico cuyas implicaciones superan nuestra imaginación. El envejecimiento y la muerte son claves para el equilibrio global. La única opción realista es proporcionar Bethesda de manera gradual, controlada”.

“Excusas”, opina Tyler del razonamiento. “Siempre existen otras medidas, como el control de la natalidad, por ejemplo. Pero hace tiempo que los poderes públicos perdieron la capacidad de imponerse a los corporativos”.

Cuestionado al respecto, Ikiko responde que “humanamente”, entiende “la frustración”. Pero contraataca con dureza. “Es pura demagogia” concluye mientras se excusa por abandonar la entrevista. “Seamos coherentes. En tercer mundo todavía se muere de cáncer.”

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