Migrar, salir, dejar, cambiar, irse, irme; esta es mi historia, de una vida de cambios y migraciones internas permanentes.
No tengo madre ni padre, al menos no los conocí, quizás me abandonaron o tal vez nací de probeta, nada sé de mis abuelos, tíos o primos. Un psicólogo diría que por eso me aferro tanto a cualquiera que se me acerque, yo diría que lo hago porque soy muy sociable y cariñoso, me gustan mucho las reuniones, encontrarme con gente y abrazarla y besarla, me gusta tener siempre una mano amiga, recibir un abrazo cariñoso y un beso entrañable, sin embargo no tengo novia ni novio, tampoco los busco, porque reconozco que nunca estaría con ellos y seguramente le sería infiel, porque soy mundanamente polígamo y bisexual, defensor acérrimo del poliamor y encuentro entre varios; en este sentido ya me relacioné con más de medio mundo, y por eso estoy sufriendo en este último tiempo, porque no me puedo relacionar como quisiera porque todas las personas se encuentran recluidas en sus domicilios.
Desde que tengo uso de memoria he viajado por todo el mundo, por lo que puedo decir que soy un viajero incansable o un eterno turista; puedo vanagloriarme que conocí lugares paradisíacos, mares, montañas, bosques, llanuras, he visto todos los paisajes habidos y por haber y las ciudades más bellas de cada continente, a veces sin un peso en el bolsillo, caminando como mochilero, y otras veces en grandes cruceros y aviones de lujo. En mi travesía me he relacionado con gente de todas las edades, muy humildes y simples, pero también con grandes millonarios y gente poderosa y complicada.
Me reconozco un rebelde sin causa y por eso me las arreglé para no guardarme en la famosa cuarentena que me tiene las bolas llenas, porque tampoco tengo adónde ir, los hoteles están cerrados, los hospedajes no me reciben, no tengo casa ni lugar estable, así que mi lugar está en la calle por eso mi deambular errático. Pero en realidad siempre estuve en la calle…, relacionándome con todo tipo de gente, ladrones, borrachos, asesinos, drogadictos y gente malviviente. De ellos aprendí mucho, sobre todo cómo acercarme a la gente y matar, pero mi estilo para matar…, mi estilo es único.
Las fronteras cerradas no me dejan seguir mi camino aventurero, eso me da la oportunidad de detenerme y mirar o admirar el avance de la naturaleza hacia la urbe. Tengo mi lado sensible y romántico y como soy además inteligente, puedo razonar y descubrir cómo todos, de alguna manera vamos migrando hacia espacios nuevos, desconocidos y no deseados tal vez, pero donde es posible poblar la vida, la imaginación y aprender nuevas formas de convivencia. Yo también quisiera otra realidad para mí, otra vida que me aleje de este impulso casi compulsivo de matar; quedo maravillado de ver el vuelo danzante de las aves exóticas que adornan el cielo con sus colores, ¡cómo quisiera volar como las aves…!, y me encanta ver cómo feroces animales en peligro de extinción, sin miedo ni vergüenza se van asomando cada vez más a la civilización.
Me gustan los animales, cualquiera sea su clase, raza o características, desde el gusano más pequeño hasta la gigante ballena azul, me llevo bien con ellos, y no me huyen. En cambio con las personas, tengo sentimientos encontrados, me gusta reunirme con ellas pero tengo una necesidad incontrolada de hacerles daño, quizás porque nunca me quisieron, porque no fui buscado o porque está en mi ADN, no lo sé. Las personas me rechazan, me doy cuenta, porque cuando me van conociendo, movidas por no sé qué sentimiento se van alejando de mí. Y ahora con mayor razón porque obligadas por la cuarentena se recluyen en su territorio para encontrarse con su espacio de encierro privado, en pareja o en familia.
Me gusta la muerte, me gusta matar, me gustan las noticias que me hablan de ello, hoy, google me dice que en el presente día, 4 de mayo de 2020, más de 247.000 personas han fallecido en el mundo, y aunque me gusta la muerte, mi lado sensible y filosófico me hacen reflexionar y preguntarme qué es mejor, si la vida o la muerte y si los que murieron migraron hacia un lugar mejor, si se fueron hacia un mundo donde no hay dolor ni tristeza ni muerte, y si la muerte, como un fantasma hecho carne, es un pasaje de ida hacia la eterna felicidad. Y si fuera así ¿Será que de algún modo no soy un asesino sino alguien que ayuda a migrar hacia la paz total?… Si fuera así encontraría la calma y rompería con la grieta entre el placer de matar y el sabor amargo que me deja luego, entre la confianza de saber que puedo asesinar y el temor de que me puedan matar. Si fuera así dejaría de existir esta batalla interna sin tregua, donde se enfrenta lo bueno y lo malo, que deja aflorar lo mejor y lo peor de mí. Pienso en ésto y siento que estoy perdiendo el equilibrio entonces aparecen los fantasmas que migran hacia mi interior para atormentarme con un futuro apocalíptico. ¿Para mí o para los demás…?
Me permito bucear en mi ser y me asusta el descubrir que no soy como quisiera, que he matado por placer, o habrá sido por necesidad? Mi vida es confusa y mis sentimientos encontrados porque a lo largo de mi vida, con intención pero sin proponérmelo he hecho sufrir a muchas personas que derramaron lágrimas por mi culpa, he roto tantos corazones y destruido tantas vidas que si bien me dio placer hacerlo, no encuentro la manera de alcanzar la paz porque no logro ser verdaderamente feliz ni encontrar la calma en mi corazón porque, aunque quisiera ser otro y cambiarme el nombre, no puedo dejar de lamentar que sin querer me convertí en un asesino serial pues soy ese hijo de mil putas llamado… Covid 19.
OPINIONES Y COMENTARIOS