Había pensado escribir la historia de mis abuelos. Estaba encantada porque es una historia de extranjeros que van y vienen por Europa y me parecía que cuadraba perfecto con el enunciado y me iba a hacer quedar muy bien.
Me he puesto a pensar y me he dado cuenta de que sé muy poco sobre mis abuelos, aunque sé algo más sobre mis abuelas, así que ellas, una vez más, me van a salvar.
Y encima luego he visto que el plazo para participar en la convocatoria termina hoy, así que tendré que escribir deprisa y corriendo. Ya no quedaré tan bien, ay.
Vayamos a los hechos.
Valeria se fue del pueblo a la capital en busca de una vida mejor. No sé exactamente cuántos años tenía, pero, haciendo cálculos, no creo que pasara de los 16. Tampoco sé si se fue sola. Sí me contaron que, algunos años más tarde, no muchos, volvió al pueblo para dejar al cuidado de su madre a la hija que acababa de tener. Y que, durante todo el embarazo, se tapó la tripa con una faja para disimular el gran escándalo.
Patricia, su hija, creció en el pueblo con su abuela, hasta que Valeria consideró que ya podía hacerse cargo de ella y se la llevó de nuevo a la capital. Bueno, realmente, las consideraciones de Valeria son una interpretación mía… A lo mejor tuvo una discusión con la abuela y se llevó a la niña dando un portazo. A lo mejor la abuela le dijo entre lágrimas que la guerra era muy dura y que ya no podía alimentar a una boca más. A lo mejor alguien en la capital le prometió a Valeria que se haría cargo de ella y de su hija, que no tuviera miedo, y Valeria se fue al pueblo a recoger a la niña llena de esperanza y de pavor a partes iguales.
Ya me estoy yendo por las ramas. Ciñámonos a los hechos.
Si sé que Patricia recibió a su madre como si fuera una extraña, que siempre se sintió más unida a su abuela y que para ella su lugar de pertenencia siempre fue el pueblo.
Sigamos.
Lucrecia se fue del pueblo a la capital en busca de una vida mejor (esta frase sí la dejo porque es objetiva: nadie se va del pueblo a la capital en busca de una vida peor, en realidad nadie cambia de ciudad o de país sin estar convencido de que le va a ir mejor, vamos, que todas las decisiones que tomamos, las tomamos porque pensamos que van a ser positivas para nosotros). Tampoco en este caso sé cuántos años tenía, ni si viajó sola, ni si le dio pena dejar el pueblo. Si sé que el segundo gran viaje que hizo en su vida se la llevó para siempre, en la cama de un hospital, por complicaciones en la amputación de una pierna. Tenía 36 años y un hijo de 10, Lucas.
Lucas, tras la muerte de Lucrecia, se enteró de que su madre le había dejado una herencia, un dinero que llevaba años guardando un amigo muy querido de ella (todo esto a escondidas de Hugo, el marido de Lucrecia y padre de Lucas). En casa de la familia de este amigo, en otro pueblo, en otra provincia, es donde Lucas pasaba los veranos de su infancia.
Patricia y Lucas se encuentran (en la capital), se enamoran, se casan y deciden trasladarse a otro país (otra capital) en busca de una vida mejor. Esta parte de la historia ya la conozco mejor y me siento en disposición de dar más detalles.
Lucas aceptó una oferta de trabajo en otro país porque le ofrecían un muy buen sueldo y porque le daba la opción de alejarse de su padre, al que nunca se sintió especialmente unido.
Patricia aceptó la oferta de cambiar de país que le hizo su marido porque el nivel de vida que iban a llevar iba a ser considerablemente más alto y porque todo el mundo sabe que una buena esposa tiene que seguir a su marido allá donde vaya.
Lucas le prometió a Patricia que estarían fuera solo unos años, pero la promesa no se cumplió. Patricia murió en el extranjero. En el extranjero que era su casa.
Los hechos son muy claros respecto a las fechas y los lugares. Pero, más allá de los hechos, ¿qué es lo que pasó realmente? Quién sabe.
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