DIÁLOGO DE MAR

DIÁLOGO DE MAR

Yvonne Mora

02/05/2020

Sostenía el volante con manos trémulas. Era la primera vez que viajaba con el coche en barco. Siempre había soñado con ir en el “traghetto” de la Grimaldi que va de Civitavecchia a Cerdeña. Un viajecito feliz con los niños y el marido… ¡Nunca se hizo realidad! y ahora este viaje en barco era tan distinto al sentido de “unión”. Este viaje marcaba el fin de un ciclo, el fin de una vida.

La empinada rampa que descendía a los subterráneos de la Grimaldi aumentó, si eso era posible, la tensión del momento. La zona de parqueo estaba abajo. No sin dificultad, Isabel encontró un puesto libre para parquear el coche. Luego se encaminó a su camarote. Se llevó a cuestas su maleta más pequeña, la que contenía sus enseres personales. El resto de su equipaje lo dejó en el coche.

Antes de irse a su camarote, quiso despedirse de la vieja ciudad que había sido su casa por tantos años. Donde habían nacido sus hijos, y donde un día hasta había soñado con ser feliz. Su casa estaba justo detrás del puerto. Desde la cola de la embarcación se podían ver las luces aún encendidas. Allí quedaban sus hijos. Sus adorados hijos. Pronto partirían hacia el Reino Unido por trabajo. Ya eran dos hombrecitos.

Su familia tan unida un día, quedo en poco tiempo desmembrada tras el accidente que cambió sus vidas. Un trágico accidente como lo recordaría Isabel. A la vista de la pequeña casa que se alejaba lentamente, su corazón se estrujó y se rompió en pedazos. Sin poderlo evitar, lloró. Fuertes sollozos estremecieron su cuerpo y sus lágrimas saladas se confundieron con el mar. En la distancia acarició su casita, desfigurada por efecto de sus lágrimas. Como si acariciara sus hijos… quizás por última vez. ¿Cuándo los volvería a ver?

En ese barco partían con ella también sus ilusiones, sus sueños de ser feliz al lado de su ahora difunto marido italiano. Se alejaban sus anhelos de tener una gran familia a su alrededor, con nietos y bisnietos si era posible. Pronto quedó lejana la ciudad vieja. La Grimaldi surcaba las aguas alejándola cada vez más de esa querida visión, que ahora era solo un punto de luz en la lejanía.

Cena, un drink en el bar y a dormir en su camarote. No tenía ánimos para jaleo. Se levantó temprano cuando el barco hacía una parada en Cerdeña. Tenía una sensación extraña. Una mezcla entre entusiasmo por el inicio de una nueva vida tan distinta a aquella hasta ahora vivida, y a la vez la incertidumbre por este nuevo inicio.

Desayunó en el bar de la piscina. Le pareció más relajante. Habían comenzado una especie de concurso de belleza alrededor de la gran piscina. El programa no la emocionó mucho, no estaba en vena para banalidades. Le apetecía más investigar la borda. Se encontró de nuevo en la cola del barco. Sola, sentada en un banco… y allí comenzó un dialogo silencioso con un mar precioso. Azul como el cielo, decorado de espuma blanca que la salpicaba dulcemente.

Le parecieron esos momentos eternos. Allí en el horizonte donde una tenue línea dividía un mar azul de un cielo turquesa, parecía que se escondían sus secretos más íntimos. Se sintió aliviada, se cargó de una energía especial y se esfumó la zozobra. Fue un día de dialogo interior, entre el mar y su corazón. Y ahora el puesto que la esperaba en Barcelona le parecía más familiar, menos ajeno. Quizás si encontraría de nuevo el amor…

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