Nosotros dos en Chile

Nosotros dos en Chile

Lulux

22/04/2020

Somos un matrimonio Venezolano, casados ambos por segunda vez, la vida nos unió sin saber que ya estábamos unidos por terceras personas (esa es otra historia). Mi esposo tiene 64 años y yo 54. Ambos profesionales Universitarios con Posgrados. Padres de tres hijos, dos de él y uno mio (los tres emigraron también). 

Luchamos por la Democracia, y nos ganó la batalla la indiferencia de muchos a los problemas del país. Las medicinas escaseaban para el año 2015, salir a comprar algo era un tour por la ciudad, para encontrar algún producto. La comida cada vez más costosa, por lo que  solo se compraba lo necesario. El dinero no alcanzaba debido a la hiperinflación. Así que, decidimos emigrar en el 2016. La decisión no era fácil. 

Sentir la necesidad de salir de la tierra que te vio nacer, luego de vivir más de 50 años en ella, con estudios universitarios, una vida hecha, para comenzar de Cero, es para ponerse a temblar. Pero no, ahí estábamos mi esposo y yo, tomando una decisión súper difícil, la idea era (como todo migrante), ayudar al que queda atrás, para reunirnos en un futuro cercano. 

Sin embargo, nadie sabe lo que te espera, al pasar la calle. Con tan solo un hendija, que alguien te abrió y se aprovechó para tener un sitio donde dormir al llegar; para ahorrar lo máximo posible, con los ahorros de tú vida, que no es nada en el lugar al cual llegas, dormir en un colchón individual junto a tú pareja durante 15 días, buscando trabajo en lo que sea, para poder mudarte y no seguir «estorbando», son detalles que a nadie le gusta contar.  

Ahora, vamos con la parte laboral, resulta que después de los 50 años, es complicado conseguir trabajo. Imagínense a mi esposo de 60 años aplicando a ofertas laborales de cualquier cosa. Todos le decían, lo llamamos. Lo llamaron de un hostal en el Norte del país, como encargado de mantenimiento, nos pagaron pasajes y comida para llegar hasta el sitio, el cual quedaba en el fin del mundo (literal), luego que nos explotaron por 15 días, decidimos regresar a la capital, pagando nuestros pasajes y comida, en plena víspera de Año nuevo, nos quedamos sin dinero. 

Estuvimos trabajando en lo que fuera necesario. Gracias a Dios, por fin, una empresa lo contrató como operario de producción, luego de 3 meses, hubo reducción de personal y para fuera, pero eso nos ayudó muchísimo mientras duró. Alquilamos una habitación, con baño y cocina, compartida con 3 personas más. Ahí nos quedamos 7 meses, durmiendo en un colchón deteriorado que nos prestaron, que para levantarse necesitábamos una grúa (chiste). 

Estuvo desempleado 15 días, «pateando calle», entró en una Empresa de comida rápida como operario de alimentos; yo tenia los mismos 3 meses limpiando casas por día, nada de contrato y con visa a punto de vencimiento. De tanto tocar puertas, una se abrió, comencé en un minimarket los fines de semana, sin contrato, part-time, y seguía limpiando casas. Pagué multa por visa vencida, hasta que logré una oferta laboral para tramitar mi visa temporaria.

Conseguí un contrato con la misma empresa de comida rápida, durante 7 meses; de ahí postulé para encargada de un restaurante, me llamaron y quedé contratada, trabajé año y medio en ése lugar, en el interin, llegó una sobrina y reuniendo esfuerzos nos mudamos los tres a un apartamento, pequeño pero muy cómodo, gracias a Dios. 

Chile nos ha dado la oportunidad de crecer como seres humanos, dándonos cuenta, que la familia es lo principal, que lo material se recupera una y otra vez, que seguir adelante es primordial. Sencillamente, hacer lo que sea, siempre con la fe en Dios, para continuar. Luego de casi 4 años en el exilio, aún la familia no se ha podido reunir, los hijos lejos y los hermanos también, con la esperanza de abrazarnos pronto (obvio, el COVID-19, tampoco ayudó).

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