Querida, ¿recuerdas aquel día del mes pasado? Yo no olvidare nunca lo hermosa que te veías caminando hacia mí, con tu vestido blanco y tus mejillas tan ruborizadas que parecían estallar, luego de la ceremonia la comida fue espectacular y finalmente muy cansados nos dirigimos a aquella granja que se convertiría en nuestro nuevo hogar.
El amanecer de ese primer día juntos fue esplendido, de algún modo el sol me parecía más radiante y tenerte a mi lado fue un glorioso regalo del cielo. ¡Oh, cuan poco duró nuestra felicidad! Maldigo aquel segundo día en que los malhechores empezaron a llegar y caminando nuestras trochas y veredas con pólvora y crueldad a todos nos hacían temblar.
Poco a poco se saquearon todo, aquellos frutos que nosotros no alcanzamos a cosechar porque nuestra vida juntos apenas iba a iniciar, reclutaron a los hijos de nuestros vecinos con los que no alcanzamos a conversar y mataron a aquellos padres que se negaron a dejarlos raptar.
Cuanto lloraste tú, querida mía, esos malditos también se robaron tu sonrisa y yo, un simple campesino, no podía ofrecerte nada más. Esperábamos que acabara todo, que ellos se fueran y nos dejaran en paz, pero todo estaba a punto de iniciar, no habían pasado ocho días cuando otros grupos pasaron por el lugar, más crueles, más terribles, torturaron a aquellos a quienes los anteriores dejaron en paz.
Así rápidamente nuestros caminos se convirtieron en ríos de sangre y los pocos que vivíamos cargábamos con las imágenes de aquella masacre que ni siquiera podíamos contar. Lamento el haberme decidido tan tarde, lamento tener tanto miedo a volver a empezar, pero es que dime oh amada mía ¿ahora a dónde te voy a llevar?
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