Marta se acomodó en el sofá con su café y su libro. Era su costumbre favorita desde que se habían mudado a un piso con algo de luz en Aldgate-east.
Le encantaba remolonear en el sofá hasta que Eva se despertaba (siempre después que ella) y se hacía un hueco en sus pies y ambas permanecían en silencio mirando al infinito hasta que terminaban el café y encaraban el día.
Ese día Eva no terminaba de salir de su habitación.
Marta alargó el momento al máximo, leyó tres capítulos más de “las chicas”, hizo otro café…
Miró su whatsapp: última conexión 3.12 am. Tampoco era tan tarde, pensó.
Desistió. Se dio una ducha y salió a comprar. Los sábados eran día de pollo asado. Hacía bueno, así que se entretuvo perdiéndose entre calles.
Llevaban 8 meses viviendo en Londres pero entre la uni, las prácticas y el mal tiempo, no había tenido oportunidad de conocer la ciudad.
Paró maravillada delante de cada una de las tiendas de Bricklane por las que había pasado miles de veces, descubrió galerías preciosas dentro de algunos portales y gente, mucha gente, de diferentes etnias y con todo tipo de vestimentas, desde los más variopintos a los salidos de una revista de moda vanguardista. El barrio se había llenado de vida con el buen tiempo y se notaba. Compró Grilled-Chicken en Pepe’s Piri-London e hizo el camino de vuelta, despacio, buscando caminos alternativos, aspirando el olor a curry y salsa agridulce de la ciudad y sonriendo a la gente con la que se cruzaba como si bitter-sweet-symphony estuviera sonando de fondo.
Disfrutó.
-¡Hoooola! ¡Tenemos pollo asao-asao-asao-asao-con-en-sa-la-a-da!
-¡Buen menú! ¡Buen menú! Jajajajajaja, ¡stop!
Eva no estaba sola, un tío de unos 33 años estaba en el sofá tirado con ella haciendo manitas e impidiéndole seguir con la canción.
-Hi… eeeeh…. I’m Marta.
-Tom. –Dijo el hombre ofreciendo su mano.
-¡Ey! Este es Tom… ayer me lié y… ppppffffff qué resaca…-Dijo Eva con una sonrisilla.
-Ok! No problem… Traigo la salvación. Vamos a comer, y después siesta!
-¡Gracias! She’s the best! –Dijo Eva dirigiéndose a Tom y guiñando un ojo a Marta.
Marta sonrío para sus adentros.
Terminaron de comer y se echaron en el sofá, pero no había sitio para los tres. Eva y Tom estaban tonteando y Marta no conseguía concentrarse en la película, así que se fue a su cuarto.
Por la noche Tom seguía en casa. Cenaron juntos, bebieron y estuvieron hasta las tantas jugando a las películas.
Mientras Tom era incapaz de adivinar una película, Marta y Eva no tenían más que hacer un gesto para que cada una supieran de que película hablaban. Se rieron hasta que la cara les dolía y se abrazaron eufóricas con cada batalla ganada.
Para cuando Marta fue al salón con su café y su libro a la mañana siguiente, Tom ya estaba en el sofá viendo las noticias. Había traído beans y salchichas para todos y sonrió simpático mientras le hacía hueco.
Marta se sentó a un lado, rechazó el desayuno y dejó el libro sobre la mesa, las continuas entrevistas sobre el Brexit no le dejaban concentrarse.
Eva apareció poco después despeinada y sonriente.
-mmmmm…. English Breakfast!
Se hizo un hueco entre los dos abrazándolos desde la espalda y empezó a comer con voracidad.
Marta volvió a su cuarto para leer y Eva y Tom se quedaron en el sofá abrazados. Solo interrumpieron su horizontalidad para comer pizza a domicilio que les trajeron a media tarde.
Marta por su parte hizo pocas apariciones, fingió tener mucho trabajo acumulado y solo salió para coger un trozo de pizza y volver a su madriguera.
El lunes al despertar, Marta ya escuchaba desde su habitación las malditas noticias sobre el brexit. No se molestó en pasar por el salón, se fue directa a la ducha y salió a tomar café en un bar debajo de casa, donde tampoco pudo leer, pero al menos no tenía que ver a Tom ni la absurda cara sonriente que pondría Eva al verles juntos en el sofá como si fueran una familia feliz.
Se le hacía bola volver a casa, pero aun no tenía amigos, así que pasó el día en la Biblioteca.
Por la noche Tom seguía ahí, al parecer Eva no quería ir a su casa y dejar a Marta sola, así que Tom había se había traído ropa de casa.
Los días pasaban. Marta ya ni siquiera se asomaba al salón.
Veía a Eva perder clases y pasar los días en el sofá. Habían perdido sus momentos juntas, pero Eva no parecía echarlos de menos. Estaba feliz y parecía atontada. No se daba cuenta de que Tom no trabajaba y que parecía haberse instalado en su casa a pesar de no participar en absolutamente nada, incluso había empezado a despertarse la primera para hacer el desayuno y esperar a Tom en el sofá con las noticias puestas.
La situación le llenaba de ira y al mismo tiempo era incapaz de romper la felicidad de Eva.
Los sábados habían dejado de ser el día de pollo asado, en su lugar Marta escapaba de casa y recorría un barrio nuevo cada vez. Se perdía por las calles de Bloomsbury y después se adentraba en el museo británico, o recorría el Támesis hasta aparecer en la Tate para pasar horas contemplando “el despertar de la conciencia”.
Las clases terminaron a mediados de junio y la situación no había cambiado, Marta apenas pasaba tiempo en casa, el salón se había convertido en territorio enemigo. Marta y Tom se evitaban y Eva parecía no saber o no querer gestionar la situación.
El día de San Juan Tom salió de casa para votar, llevaban meses siguiendo las noticias sobre el Brexit.
Marta se plantó en el salón y anunció a Eva que se volvía a casa por vacaciones. Discutieron, explotaron y lloraron en el sofá y esa noche en la que Tom no estuvo salieron a ver la hoguera juntas.
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