Desamor inmigrante

Desamor inmigrante

Barbara Souto

02/04/2020

En vano creí que nuestro amor soportaría el dolor de arrancar las raíces de la tierra que nos vio nacer.

No sabíamos que intentar sembrar semillas en otras latitudes, nos haría ver pasar varias primaveras sin florecer.

Mi añoranza no tenía un fundamento palpable, más que la esperanza de empezar de nuevo y crecer juntos hasta el sol.

Desde el día de mi llegada, me percaté que la incertidumbre se robó tu mirada. Asumí que mi presencia te serviría calma y solo estaba equivocada.

Llegaste antes para arar el terreno, pero no te cautivó lo que encontraste, por ser distinto a tus orígenes, en el bloqueo de tus sentidos te refugiaste.

Supuse que necesitabas varios amaneceres y desvelos para mirar desde otra perspectiva, pero aún seguías atado a la vida que tenías antes de la huida.

El paso de los días me obligaba a preguntarme si tu amor también viajó, o si acaso existía antes de tu partida.

Confinado en tu trinchera de creencias se te olvidó que yo estaba ahí, justo a tu lado para acompañarte a desvelar el camino y surgir.

Anhelé reinventarnos sin destruir nuestra naturaleza, transformar en fortaleza la fragilidad que nos acompañaba cuando la despedida quedó validada.

Yo también me sentía perdida, eran vías, manías y teorías que no conocía. El miedo a lo no controlable me hizo sentir vulnerable. Era una inmigrante que llegaba sin saber que le esperaba.

Quería abrirme paso entre lo escondido, explorar las novedades de nuestra esencia en otras circunstancias, pero tu pesimismo dejó huella en mis ansias.

Cuando la soledad me recordaba que lejos de familia y amistades estaba, buscaba tu mano y no la encontraba.

Te tenía solo a ti en territorio incógnito, pero tu solo viste contrariedades y yo veía oportunidades.

Intenté con paciencia mostrarte el objetivo, ignorando que en la tarea, también yo olvidaba quien era y lo vivido.

Solo bastaban las ganas de reescribir la historia, que dejaras fluir sentimientos en agua para que los sueños brotaran.

Avanzo en el tiempo y concluyo que, aunque era diferente, esta parte del mundo no pretendía cambiarte, solo no quisiste adaptarte.

Que dura esta realidad y sus verdades, nuestro amor no aguantó tanto kilometraje. En mala hierba se convirtió, el peso de una despedida no soportó.

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