Mi migración fue tan voluntaria como necesaria, una difícil decisión que implicaba renunciar a muchas cosas, la más difícil: la familia. Pero era necesario para mi persona salir de la zona de confort, de los mismos parámetros rutinarios que llevaba sosteniendo una década. Y migré del norte al sur, con la vida metida en un coche y mi fiel compañera.
El olor característico de un viaje que se emprende con el viento cálido revoleandote la melena, provocando sensación de ligereza y una intrínseca libertad en su esencia más pura. Poder percibir desde tus entrañas los extensos campos de posibilidades infinitas que van brotando a cada kilómetro recorrido. Atraída por lo salvaje que hay en lo desconocido.
Migré porque era necesario no encerrar un alma que está en plena libertad, que anhela observar y aprender de cada lugar lo que esté dispuesto a ofrecer. Cosechar el respirar, y en una mirada hacia el mar azul cobalto saber- como les ocurre a las aves- cuando es necesario volver a migrar.
OPINIONES Y COMENTARIOS