El Viejo Lucho.

El Viejo Lucho.

icemann

15/03/2020

Los hombres nacemos libres y en igualdad de derechos. bueno eso es más o menos lo que dice la constitución política de mi país.

El Éxodo masivo, siempre ha marcado, a la hermosa Latinoamérica, nuestros países, están llenos de historias de desplazamientos forzados. Muchos debieron salir por la razón o la fuerza.

¿Cuántos perecieron tan solo por pensar distinto? Cuantos apellidos de detenidos desaparecidos son solo numeros puestos en las estadísticas, que aparecen en alguna crónica de vez en cuando.

El Viejo Lucho, Don Luis Tobar, adherente de una federación de profesores, de un día para otro, debió abandonar el país, esa larga y angosta faja de tierra, como delincuente, sin serlo.

Atrás dejó su modesta vivienda, su perro y el jardín, el cual amaba tanto, y sobre todo sus libros. En cosa de horas, ya se encontraba viajando hacia el Atlántico.

En la tierra de San Martín, fue recibido por una coordinadora de profesores, quienes gustosamente lo acogieron, como uno más de sus miembros, a veces es tan cierto de aquello, cuando se cierra una puerta, otra en algún lugar se abre para nosotros.

Luis, debió aprender de nuevo a sentir, a cuadrar con las metodologías de enseñanzas, pero por sobre todo a vivir como exiliado, cantar un himno ajeno como refugiado político. Siendo la guinda de la torta, sin querer serlo…

El inexorable paso del tiempo hizo su trabajo, luego de muchos años de tiras y aflojas, por fin se consolidó como el extraordinario maestro que siempre fue, y que pese que la salud ya no lo acompañaba como antes. Sus ganas de enseñar eran cada vez más.

Luego de Veinticinco años, volvió a su barrio, de toda la vida. Todo había cambiado, sin duda, el progreso inmobiliario era innegable, inmensos edificios de habitaciones, ocupaban ya su antigua calle, con nostalgia miraba y recordaba aquellas frondosas Acacias cerca de la plaza, las cual hoy eran reemplazados por plátanos orientales y otros arbustos. Ahora su casa, era una plateada oficina concistorial, de grandes ventanales. En fin todo su barrio había cambiado.

Por primera vez cayeron lágrimas por sus mejillas, se sintió como forastero en su propia tierra, ya no cuadraba en el aquel lugar. No sabía qué hacer con su Libertad, soñó tanto cono tenerla, que cuando la tuvo, ya sin dudas, no sabía qué hacer con ella

Dio media vuelta, tomó un taxi, y se enfilo rumbo al aeropuerto…

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