Migrar, dejando raíces,familia y costumbres

Migrar, dejando raíces,familia y costumbres


Un ruido extraño se oye en la casa, también hoy todos tenemos un frío muy intenso, fuera de lo normal, es que nos ha llegado la noticia de un cambio, de una mudanza, de una alteración en nuestra vida familiar, de un dejar nuestras raíces, costumbres, familia y amigos, por un trabajo nuevo en la capital (Madrid).

Recuerdo perfectamente, era un doce de Diciembre del 1969, nos acompañaban en nuestra sala, nuestros queridos e inseparables amigos, Tomás y Patxi, ansiosos por escuchar de sus labios su parecer acerca de esta noticia, aunque al mismo tiempo nuestro interior permaneciese ausente, pensando que a lo mejor hubiera que dejar aquello que más amábamos, familia, nuestras verdes montañas, el mar bravo con sus bellas playas y el cariño de tantos y tantos amigos.

H O N D A R R I B I A

No quisiera hacerme la mártir, pues aunque en aquellos momentos me consideraba la mujer más desgraciada, ahora, recapacitando, lo considero de lo más egoísta, con tantos y tantos emigrantes que dejando sus países y familias, se lanzan a la aventura, viajando como pueden, bien por mar o tierra, desafiando en ocasiones tempestades marinas y hasta exponiendo sus vidas y, todo por buscar un lugar donde apartarse de la miseria, y sin embargo, para ser recibidos por nosotros con la máxima ingratitud.

Pensándolo desde el interior de nuestra conciencia, migrábamos con buen trabajo, teníamos un alojamiento y no nos faltaría el pan de cada día.

Sin embargo, somos de condición tan egoísta que solamente miramos hacia nuestro interior, efectivamente, resultaba duro para nosotros dejar cuanto amábamos, y con tres niños de corta edad para competir la nueva vida.

Después de muchas cavilaciones e intercambios de pareceres con nuestros amigos, con un marido como el mío, joven y de condición valerosa y segura de sí mismo, optamos por lanzarnos a caminar sobre el sendero que nos ofrecía la vida.

Así, un primero de Enero de 1970, con las maletas colocadas al borde del pasillo, comenzamos con fuerza su descenso hasta el Peugeot que permanecía aparcado a la orilla, al borde de nuestra casa. Durante el trasiego, los vecinos nos abrazaban y saludaban deseándonos suerte en nuestro nuevo caminar.

Nuestra entrada a Madrid fue por el Paseo de La Castellana, unos copos de nieve iban filtrándose en el pavimento del Paseo, mientras los árboles, iban llenándose sus copas con la blancura de sus coágulos.

Comenzaba a anochecer, el Paseo se encontraba totalmente iluminado con sus guirnaldas multicolores.

Nuestros hijos, al contemplar desde el alféizar de la ventanilla tan bello espectáculo,empezaron a dar gritos de júbilo: Aita, ama, fijaros, ¡qué bonito!.¡ La nieve también está salpicando el coche! -¡las guirnaldas tienen luces!. Aquella iluminación Navideña alegraba sus corazones infantiles.

Más nosotros, no veíamos ninguna luz, en nuestro interior solo había inquietudes, miedos; tantos, que no dejaban penetrar ni un rayo de luz. Solamente la incertidumbre de si habríamos acertado en nuestra decisión.

La tía Carmen, residente en Madrid, nos había alquilado un piso en la C/Narváez, muy cerca de nuestra actual residencia. Al ser la casa nueva, había que dar el alta a la luz y gas.Por este motivo tuvimos que alojarnos durante unos días en el Hotel Claridge.La estancia allí resultó un infierno, pues nuestros pequeños encerrados allí, se dedicaban a tocar todos los timbres y otras travesuras por lo que nos tuvieron completamente en vilo.

En fin, después de concluidos todos los papeleos, pudimos trasladarnos al piso alquilado.

Los diez meses que pernoctamos allí hasta adquirir nuestra actual casa, debo confesar resultaron muy agradables.

Madrid, se portó muy bien con nosotros. A pesar de estar el curso avanzado, tuvieron la amabilidad en el colegio de acoger a mis dos hijos mayores, ya que el tercero se quedaba en casa debido a su corta edad.

Los años han ido envolviendo a nuestra familia, la única mayor que permanezco todavía en el teclado soy yo, los demás se fueron, no sé donde, más siempre están conmigo para que no me encuentre sola.Nos hicimos a Madrid, más las raíces de mi tierra y los míos permanecen indelebles, así como los recuerdos de la juventud, tus montañas, playas, siempre estarán conmigo. Aquellos amigos que dejaste y que algunos tampoco están. Una parte muy importante de la historia de tu vida.

Fuimos migrantes, de los que no se nos puede calificar de heroícos porque ninguna proeza hicimos. Nuestro camino, unas veces llano y otras con pequeñas cuestas fueron en general fáciles de lidiar.

Pero a quien ahora doy más mérito y los que merecen ser magnificados, son nuestros emigrantes, aquellos que llegaron a la deriva, sin trabajo, sin hogar, sin familia, solos ante el peligro, pero con la valentía suficiente para recorrer su camino, aquel que a cada uno le ha tocado capear.

Así que un ¡VIVA! para ellos, por su valentía, por poseer un interior muy grande y ser capaces de ascender por el camino tan empinado que os ha tocado. ¿A lo mejor habrá más felicidad en vuestro caminar?





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