Ángela llegó a la casa. Teresa abrió. Era temprano. El bebé aun dormía mientras su madre se iba a trabajar. Ángela también trabajaba. Allí, con las tareas domésticas. El bebé lloró y ella se acercó a la cuna. El bebé vio su cara. Sonrió tranquilo. Ella también. Lo cogió, lo meció, le cantó. Lo cuidaba contenta. Hasta el final de su jornada.
Esa noche, como todos los viernes, Ángela telefoneó a su país. A su hogar. Vivían allí su anciana mamá y su hija. La hija de Ángela tenía dieciséis años. Y ahora también vivía allí su nieto, con pocas semanas de vida. No había otro hombre en aquella casa. La chica probablemente ya no iba a la escuela. Cuando Ángela supo del embarazo, cayeron de sus ojos una o dos lágrimas. No más. La hija, despreocupadamente, le pedía que la llevara a España a trabajar. Ella solo pensaba en una boca más a alimentar, y en que, quizás, las decisiones tomadas habían sido un gran error.
El lunes, Ángela volvió al amanecer a la misma casa. Pasaron horas y Teresa regresó por la tarde. Ángela le dio algunas explicaciones inesperadas. Esta vez cayeron de sus ojos muchas lágrimas. Teresa la consoló. Ángela se despidió del sonriente bebé. El bebé no entendió. Protestó al ser cogido por los brazos de su madre, como todos los días. Al cerrar la puerta tras la despedida, Teresa también lloró, y tal vez ella no tuvo consuelo.
Ángela llegó a otra casa a la mañana siguiente. Otro niño esperaba, sin saberlo, caminando de un lado a otro. El niño la recibió con miedo en la cara, escondido tras las piernas de su padre. Ella tragó saliva e intentó poner buena cara. A final de mes, tras recibir el sueldo en mano, en el bolso de Ángela había cincuenta euros más de lo habitual.
Este año tampoco podría viajar a su país. No podría coger, mecer, ni cantar a su nieto. “Puede que el próximo año”, se dijo. Pasó a alimentarse de las llamadas semanales, y algunas fotografías. Intentaba no saber de añoranzas, culpas ni tristezas. No lo conseguía. El continuo nudo en la garganta hasta cambió su tono de voz. Las canciones de cuna sonaron de otra manera.
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