Video y voz Ana Isabel González Peixoto


Noche

Dime, Noche.

¿Qué? ¿A por ella una vez más?

Miserable.

¿No ves que aún se emociona?

Impávida

¿Qué oscuridad te impide borrar tu memoria?

¿No palpas que su alma crece?

Que aún laten sus sienes.

Dime, estúpida Noche

¿No hueles acaso la tibieza de su carne rasgada?

¿Ni siquiera te frena la sonrisa de su pequeño ángel?

Bruja.

¿De qué acero es el alma de tu generosidad?


No, no hay nada que hacer.

Su espada,

su aterradora luz,

su mortífera exactitud,

acaba con su tiempo.


Voz de Ana Isabel González Peixoto


Girasoles negros

Es mediodía,

aletea el último suspiro

que la sombra esconde

atada a un tronco seco.


Es media tarde,

enmudece el jilguero pícaro

que la rama encubre

entre suspiros de majuelos.


Es media noche,

cuchichea la tierra que arropa

un alma aliviada

bajo sus girasoles negros.



Cada hebra

De cada jirón, una hebra,

un hijuelo,

con cada hijuelo dos alas

y entre alas el sueño.


De cada gota, un sonido,

una huella,

de cada huella el sendero,

y en el sendero la piel.


De cada tronco, una rama,

una hoja,

en cada hoja un invierno,

y en el invierno la flor.


De cada cauce, una copla.

un poema,

diverso, libre y sereno,

sin emblema, sin recelo.



Arde Caulina

Se asfixia el llano,

hierve la piedra

y canta la chicharra.


Frente a la chozuela,

bebe el asno

y calmo mi espalda.


Y el amo, avizor,

bajo la parra,

delira abundancia.



Todos duermen

La ciudad muda su piel,

y entre mar y cielo tiemblan nubes,

plazas y calles vuelan

y, sin inquietud, todos duermen.


Humillada la tierra,

enronquece con aullidos nocturnos

desnudando miradas

en días de tormentas locas.


Barro de hojas muertas, 

que curiosea desde la penumbra

cómo viaja el hielo

hacia un mar que se ahoga.



Mi peludo

Entre tanta mentira,

un peludo me gruñe y me lame,

me echa de menos,

me llama y me entiende.


Con su mirada, muda y mimosa,

acude como salvavidas.

Es Brownie, mi rey letrado.



Distrito ignorado

El recelo del gorrión

se duele del jazmín malherido

que la noche congela.


Y en otra revuelta,

hinca cobarde un metal traidor,

se agita el rencor.


Y huele a olvido

y, entre tanta indiferencia,

un inútil crimen más.


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