Lo que usted no sabe
Es que yo, antes de usted
ya andaba muerto por ahí en el universo,
como un capullo abandonado
en un bosque muerto,
solitario, solito, solín, solisísimo.
Y es que usted, claro, no sabe
-porque la Muerte no
me ha aprisionado aún-,
que yo ando prófugo y desertor
de ese hueco maloliente que era su ausencia.
Pero quizás ya estoy demasiado muerto,
de-ma-sia-do roto
des-mem-bra-do hasta la médula
desde aquel día en que me cayó la enfermedad.
Porque de tanto pensarla a usted
me abandoné a las ausencias
y a un amor enfermo, trastocado y delirante.
Y es que yo, antes de usted
ya andaba muerto por ahí en los arrabales de locura brava,
como un poetastro vagabundo
en las callejuelas de la poesía Jattiniana,
nómada, nómadito, nomadín, nomadísimo.
¡Pero que va! Claro, usted no sabe
la mucha tierra que me he quitado de los huesos,
de los ojos que la buscan y no la encuentran
en ese hueco negro pesado que es su ausencia.
Entonces lo que usted no sabe
es que a mí me anda buscando la muerte,
pero no se preocupe:
Que yo prefiero morirme en usted
que en ese capullo abandonado
y enfermo que son mis tristezas,
cuando no la siento cerquita.
Se me murieron mis poemas
De tanto pensarte
me he abandonado a las ausencias…
A la idea
de tu mano sin mi mano
de tu cuerpo sin mi cuerpo
y lo mucho que te extraña.
Se murió la poesía
y se murieron mis poemas,
También se me murieron
las ganas de salir corriendo a buscarte,
Se murió Dios y la Muerte… Y todo sigue ahí
[En estado moribundo a la espera
de tu nombre]
De tanto amor enfermo
me he abandonado a las ausencias,
a la tristísima idea
de tus labios sin mis labios
de tus soledades sin mis sombras
y la angustia que ambas albergan
en su interior.
Se murió la poesía
y se van muriendo mis poemas,
al ver tu mano sin mi mano
tu cuerpo sin mi cuerpo
y tus labios sin mis labios…
De tanto abandono y ausencias
tan sólo me queda este último poema.
Quien acaba de morir bajo la soledad
de tus besos sin mis besos
de tu alma sin mi alma
y lo mucho que te extraña.
La locura de Laura
En los arrabales bravos de la locura
anda mi hermana, Laura.
Va y viene con esa sonrisa agazapada
en el rostro Y esa muchedumbre
de fantasmas que custodian
su sendero delirante.
La siento y dejo que sus voces
se acongojen en mi mirada
-Dice que la vida se le vive muriendo-
Que hay una hojarasca de voces
que le canta el triste juego del abandono.
Dice que la deje ir
-Que se tiene que ir-
Y que parte de mi alma se vaya con ella.
En los corredores solitarios de la locura
anda mi hermana, Laura.
La veo venir con esa sonrisa acribillada
en el rostro Y esos pueblerinos
muertos que la alejan de mi alma
cantando el triste juego del abandono.
La siento y dejo que sus voces
se escondan en mi mirada
-Dice que la vida se le vive muriendo-
Que existe
entre su locura y mi mirada,
una hojarasca muerta en la distancia.
Decile a Dios que lo ando preguntando
En memoria
de la Abuela Cecilia
Que no se esconda de esta mirada
tan triste y desolada
De éste cuerpo hecho verso
y alimento de pájaros,
De esta sonrisa tan pobre
que no es bienvenida ni
en el peor hueco de Medellín.
Decile que lo amo
a pesar de todo…
Que ayer cuando se murieron
las mariposas Y vinieron de antaño
los fantasmas de la infancia,
Salí corriendo por las calles de la ciudad
en busca de su morada.
Decile, Isabel
Que no se ande con rodeos bíblicos
que venga a esta tierra de NADIE
Que yo lo espero con ansias de presentarle
estas palabras rotas…
Decile que caiga
y que no se preocupe por el almuerzo,
que aquí el hambre es el pan de cada día,
Que la guerrilla hace mucho tiempo
dejó de secuestrar a los ricos
Y que Macondo hecho verbo
se nos convirtió en carne.
Decile también
que ya no estoy enamorado,
Que me divorcié de la poesía de Sabines
y que tuve un hijo bastardo con Gómez Jattin
|un desdichado poema
que no lleva nombre y apellido|
Al oído, casi que en secreto
decile que no se preocupe
por las malas lenguas de los Eruditos Antioqueños
“Qué si Dios no existe”… Yo y mi bastardo poema
le haremos un hijo al Universo del Mito.
Que mientras exista una gota de semen en la poesía
siempre habrá la posibilidad de fecundar la locura.
Decile, amada Isabel
que “el tiempo se me está acabando”
Que lo ando preguntando a diestra y siniestra
Que todos los días
–A excepción del Domingo–
Voy a la iglesia acusarlo de Abandono.
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