Teresa

Hoy me veo desgastado,
con el alma hecha pedazos,
tratando inútilmente
de pegar mi corazón.

Arrastrando hasta mis huellas,
camino desorientado,
donde me guie esta senda
mal pagada de tu amor.

Llegan llenas las botellas,
risas falsas y tristezas,
Yo por ir apresurado
¡a darte todo lo que soy!

Si te di hasta mi alma vieja,
y hasta lo que no era mío,
y aún más ¡hasta el hastío!
¡Oidos, ojos y mi voz!

¡Nunca regateé tu precio!
¡Nunca te pagué de menos!
por besar tus labios frescos,
beber tu odio y tu rencor.

¡Puta!
Por que así tu misma te llamaste,
una puta mas del resto,
que para ti el amor… ¡jamás!

¡Puta!
¡enamorado de mi puta!
La mujer que me hace daño…
por que tiene miedo a amar.

“Estaba hecha de una armadura diferente, bañada en plata de diez mil lágrimas por canción, forjada en el fuego de la experiencia, de la alegría y la decepción.
Cantaba como las sirenas y hambrienta de todo se fusionaba en tu piel para cogerte con fuerza y a veces también, si te sonreía la suerte, paciente te amaba para hacer el amor.
Atenta planeando siempre con sus alas abiertas, aprovechando corrientes de aire  caliente como el mejor halcón.
Se alimentó de embustes de macho y para no envenenarse, los masticó con soberbia y una vez descubierta la carne, uno a uno, les escupió.
Era fuerte con su discurso interno y débil al verse al espejo, mi diosa del corazón.
Una maestra en el arte complejo de asentir con el cuerpo y en sus adentros firme al decirse que no.
Graciosa y llena de historias perversas, colmada en quejidos de marea alta y de sal en sus senos de brilloso sudor.
Dulce por dentro de hipnotizante sabor, de sangre teñida de fuego y mordida perfecta en cada suyo rincón.
La asfixia, el festín predilecto ofrecido  a su presa, y como carnada a la postre extenuaste su sumisión.
Era… como decirlo, la muerte más dulce y lenta ¡pero era mía y de ella! completaba mi vida millones de veces aún mejor que yo.
No habrá nadie en la existencia de este universo que le llegue de cerca…                                                                por eso sólo de eso me duelo y aunque sea lo correcto,                                                                                            pagaré penitencia por dejar ir lo que nunca fue mío, sino sólo de Dios.
Se llamaba Teresa… se llama aún porque el difunto, ese sin ella, ese sólo soy yo”.

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