Las lágrimas de Dios caen en mi tierra.

Fecundo aroma inerte de la tierra estrangulada.

Occisos provinientes de la jungla reticulada con olor a metal y acero.

Dios llora y patalea como niño y la tierra sufre su embate como falsos mártiles que rezan con esperanza de días futuros.

Infantes lloran ríos de lágrimas al observar la inminete orfandad por el capricho de los dioses.

Cindelado mar que esculpe bajo el impune dolor del núcleo de la vida.

Millones aves yacen moribundas en el regazo del oceano; pseudo poetas sin amar describen lo peor del siglo XXI.

Sin embargo yo en un acto de infinita rebeldía, duermo debajo de las tinieblas en el ojo del huracán.

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