1. MALA MADRE
Si quisieras escucharme,
te hablaría susurrando.
Si escucharas entonces,
alejaríamos a los demonios.
Si los alejáramos de una vez,
convocaríamos a Aracne,
que tejería para nosotras
con el hilo invisible de las palabras,
una hermosa manta.
Si tuviéramos esa manta,
yo te protegería del frío y del dolor.
Si quisieras mirarme,
quizás me verías.
Si me vieras de verdad,
quizás entenderías.
Si entendieras,
quizás compartirías.
Y si compartieras,
menos peso es para las dos.
Pero tú, témpano de hielo,
prefieres derretirte tocando el fuego.
Y si te acercas a Vulcano,
el tuyo no será el fuego del amo de la casa,
sacrificio voluntario;
ni el fuego de las ofrendas;
ni tampoco el fuego del sur,
ese que lucha contra los demonios,
como quiero yo.
El tuyo será el fuego de la inconsciencia,
y con él te esfumarás.
Si desaparecieras,
solo quedarías en mi finito corazón.
Y si el corazón en ese momento no se para,
seguirá latiendo poroso,
rezumando sangre transpirada,
hasta llegar a la piel como rojo sudor.
Tras el rojo,
el azul lo invadirá todo:
mis cañerías, cables, vigas,
paredes, revestimiento y armazón.
Llegado el azul,
se irá estancando hasta el violeta,
y luego el gris de mi alma vacía
irá expandiéndose hasta el negro final.
Porque tú,
carne de mi carne,
me evitaste,
me rechazaste,
me despreciaste.
Me mataste,
y antes moriste tú.
Pero si quisieras mirarme,
si quisieras escucharme,
solo entonces se cambiaría
ese triste final.
Tan solo soy,
tan solo fuera o fuese,
una mala madre.
Si así lo deseas.
Solo eso.
Para ti.
“La fábula de Aracne” (Las Hilanderas), Diego Velázquez, 1657
2. INVENTARIO DEL AMOR A TI MISMO
¿Dónde venden libros
para el exceso de autoestima?
¿Dónde venden espejos
para verte más allá de la piel?
Porque tú, como Narciso,
solo te contemplas a ti mismo.
Te has hundido en la laguna
de tanto acercarte
a tu propia contemplación.
Dices arder si nos alejamos.
En realidad, te quema
porque es mi decisión.
Tus vísceras se van reduciendo
con cada espiración,
porque solo vives para el exterior.
No retienes dentro
ni el aire que respiras,
vives con bocanadas superficiales.
Tu masa gris, tu hígado, tu corazón,
tu mundo interior se va empequeñeciendo,
mientras hinchas tus músculos,
cual Adonis,
fingiendo que seduces
sin querer seducir.
Eres como un muñeco,
como un Kent sin Barbie,
como Conan sin monstruos primigenios
contra los que luchar.
Es tu naturaleza.
No pasa nada.
Reluces como una perla,
como un tesoro,
como una promesa.
Es solo un espejismo.
No pasa nada.
Al llover,
se vuelve borrosa tu fachada,
solo queda cemento
en medio de la niebla gris.
Así que busca alguien como tú.
Alguien que combine con tus ojos,
que te ayude con la elección de ropa,
que te acompañe al gimnasio
y solo coma belleza y salud.
Sobre todo,
alguien que no suela pensar.
Alguien del Mundo visible,
no del Mundo de las ideas.
Que las copias de uno mismo
no llegan a lo esencial.
Dice Platón.
“Narciso”, de Michelangelo Caravaggio, 1599
3. EL PASEO DEL TIEMPO (Rimas imperfectas)
Perdida en el paso del tiempo
no veo camino ni meta,
solo respiro y siento.
Callejeo mientras mis pasos
se hunden en la oscuridad,
me traga el pegajoso asfalto.
No supe quién era
aquel día frente al espejo.
Original o reflejo de mí.
Quise volver a empezar
pero la suerte estaba echada.
Qué duro es avanzar
sin ruta ni mapa.
Como alma en pena voy
sin saber a dónde mirar.
Doblo las mismas esquinas,
busco a quién preguntar.
Cronos devoraba a sus hijos
para su reino conservar,
no le sirvió de nada
y bajó al inframundo del mal.
Así hay gente ilusa que huye,
negando los ritos
y los estigmas de la madurez.
Se niegan a la paternidad,
esconden las arrugas,
tapan las manchas de la piel.
Pintan las canas,
buscan el elixir de la juventud,
luchan contra la cintura ancha.
Creen arrinconar las enfermedades,
quieren negar la muerte
y en ello la vida se les va.
No es posible caminar sin despeinarse,
sin llorar, sin cansarse.
Enséñame a andar como tú.
Un paso tras otro,
calibrando el agotamiento,
el hastío, la decepción.
Sin esperar nada,
sin batallar nimiedades,
contemplando la vanidad de los demás.
Llorando agua en los mares
mojándome de lluvia en invierno.
Sudando en verano,
como es.
Dejando de tener prisa,
para llegar en hora a todas partes.
Y entonces ya el tiempo dará igual,
porque la vida habrá sido lo que es.
Si esto es un sendero por el que pasear,
enséñame a no pensar
en la decrepitud de mi caminar.
No quiero, sin querer, vagar.
Enséñame.
“Saturno devorando a su hijo”, Francisco de Goya y Lucientes, 1819
4. MI FORMA DE AMAR
Viniste como un regalo
y ahora te echo, a pesar del dolor.
Dolor necesario
para arrancar otro peor.
Tengo que alejarme de ti
para sentirte cerca.
Te hice creer que te dejaba ir.
En realidad,
estás siempre en mí.
Quiero tenerte en mi recuerdo
como te conocí.
Amor puro y limpio.
Estás en mi mente.
Y en esa, mando yo.
Modelo nuestra historia
como un escultor.
Sueño cómo te veo,
cómo te quiero.
Y cómo me amas tú.
Como yo quiero.
Y me como nuestro amor.
Elijo a Psique frente a Afrodita,
plenitud espiritual frente a la terrenal.
Corazón, sentimiento, evocación,
frente a instinto y pasión.
Así vivirás en mí.
Siempre.
Sin abandono ni decepción.
“Psique y Cupido”,
William-Adolphe Bouguereau, 1899.
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