El tiempo no es un segundo, ni un minuto, ni una hora.
Es una noche, una vida, un libro y una historia.
El deleite de quien no huye; la paciencia de quien mora.
Es el fruto del que existe: su experiencia y su memoria.
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Me abstengo de ser su víctima y en cambio soy su aliada.
Me entrega, a cambio, supuesta paciencia inmaculada.
Creo entender su ritmo, pero el entendimiento es una ilusión.
Atada a sus condiciones, sé que vivo en falsa remisión.
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Desespero, me arrepiento y desvelo; pierdo la paciencia.
Paciencia que no me pertenece, es intrusa y no siento mía.
El tiempo me exige lo que no tengo, sin mostrar indulgencia.
En tanto, solo parece orquestar una eterna y oscura melodía.
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La ilusión de la sapiencia me toma, me sofoca y me domina.
Pero entender el tiempo no es mi voluntad, es una doctrina.
Pese a que el tiempo no se comprende, sino solo se obedece.
Y son las mañanas que acecho esperando que la noche empiece.
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Entiendo ahora que del tiempo no soy aliada y mucho menos amiga.
Soy solamente un peón en su tablero; un elemento que será desecho.
El tiempo nunca me otorgó paciencia, sino el tamaño de una hormiga.
Solo pasa inadvertido mientras indefinidamente duermo en mi lecho.
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El tiempo es la distancia entre la vida y la muerte.
Es la elegancia del que ayer fue débil y hoy es fuerte.
Es el romance entre el anochecer y el amanecer.
Es la constante competencia entre desconocer y conocer.
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Aquellos que hoy no están, se desvanecen dentro de él.
¿El tiempo cura? ¿El tiempo perdona? El tiempo camina.
No hay espacio para la sanación o el perdón; es a sí mismo fiel.
El tiempo no depende de nada, de nadie; por sí mismo asesina.
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Entonces, soy solo yo contra el tiempo y el tiempo contra nadie.
Lo culpo de mi nacimiento, de mi vida y también de mi muerte.
El tiempo no es causa ni efecto, no hay nada que lo cambie.
Empero, he acuñado su nombre y sé que es él quien define mi suerte.
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Me mantengo al margen, acompañada de su presencia.
He aceptado ante su poder mi minúscula existencia.
Acepto ahora que existo con el tiempo y él conmigo.
Acepto ahora que su tejido puede servir de abrigo.
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