La verdadera belleza está en
contemplar la rosa que plantaste,
la misma rosa que protegiste de largas
tormentas interminables.
La misma que dejó caer sus primeros
petalos como palabras, la única que
te acompañaba al igual que las estrellas
acompañan al universo, y aun así él
tiempo se apoderó de sus colores
y la marchitó hasta que ya no era
tu rosa sino un enorme destello de
desesperanza en tu interior.
Con qué facilidad y descaro el universo
te convierte en una sombras sin rumbo,
en un túnel oscuro y sin retorno a la
luz que eras antes.
Las cuerdas de tu guitarra ahora no son
más que serpientes que envenenan todo
a sus paso, el sonido de tus melodías ya no
representan salvación solo perdición para
aquellos que la escuchan.
Se aproxima una tormenta una de muchas
otras, pero en el fondo del túnel se escucha
una voz, se asoma una luz, una segunda
oportunidad ¿de redención?
No, solo de proteger a una rosa
que aún conserva sus colores
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