Hay amores que hieren con espada larga y filosa, que atraviesan corazón, tejido y tripa, hasta dejar charcos negruscos goteando por las esquinas.

Hay amores feroces, como leones de selva, que te sacuden sin permiso, te dan vueltas como trompo al piso y te arrancan la piel a quemarropa.

Hay amores que se olvidan, que el rumbo fugaz y superficial que tomaron desde el día uno, no dejaron ver el amanecer ni hacer desayuno.

Hay amores de antaño, que sus historias siempre se abren, aunque les pongas doble llave y doble tranca.

Hay amores que se llevan en el centro del alma y que repican cada cierto tiempo, con una canción dedicada, con el postre favorito que ya no se comparte, con el recuerdo recurrente y necio de los besos en cadena.

Hay amores delicados y puros, que se entienden con los ojos, se alimentan con el alma y se conservan si los riegas con agua fresca y limpia.

Y hay amores como el tuyo, que completan y divierten, que no entienden de derrotas ni pasiones a medias, que son transparentes, que avanzan y flotan.

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