A mi hijo Gabriel Antonio.

A mi hijo Gabriel Antonio.

Asómate a mis ojos, hijo mío,

para que el universo a ti no te sorprenda,

asómate a mis ojos y te enseño,

la realidad del mundo al que te enfrentas.

Aprende de mi vida la experiencia, 

de la prudencia ante el momento aciago,

a resolver las cosas sin misterios,

aceptando lo malo, si has errado.

Sonríe solo a quienes te denigren, 

no vale la pena el enfrentarlos,

son seres que muertos viven insepultos 

y como a tal, solo así, hay que tratarlos.

Retírate de aquel que se cree santo, 

no es más que un pobre ser, un gran espanto,

que a la primera debilidad que te detecte,

tratará de llevarte hasta el quebranto.

Busca en el desamparado la enseñanza,

que de la vida, ¿él?, la ha visto toda,

conoce de tristezas y esperanzas,

siempre con fe, arrostra en su congoja.

Del poderoso no te fíes, mantenlo a raya,

véndele tu sapiencia, ¡sin tus ases!,

deja esos, que en un momento dado,

serán las llaves que abran otros compases.

Al hambre, no le tengas miedo,

si algo te falta ofrécelo al Creador,

y si te sobra no dudes un instante,

en compartirlo con el otro, es de Dios.

Si aparentemente tienes y te ofenden,

que por tacaño los tuyos te censuren,

mantén en alto hijo tu mirada, 

porque teniendo, muchas veces, no tenemos nada.

Pero cuando las cosas se te den,

y la fortuna en pleno sea lograda,

no hagas alarde de poder, eso es miseria,

¡Ampara!, como lo hace una alborada.

Si en algún momento te abate el desconsuelo,

y la desesperanza en tu alma busca su refugio,

aléjala de inmediato, sin piedad, cual porquería,

es un monstruo de muchos sentimientos,

que suele sumirnos en la melancolía. 

No te creas que el campo siempre es llano,

tampoco que la facilidad sea de tu lado,

ésta suele ser solo un fantasma que sorprende,

cuando de ella, por incauto, hemos confiado.

Sé fiel a la enseñanza recibida,

que no es de ayer que viene esta moneda,

es un tesoro de amor en vida convertida,

es la verdad pura, sin quimeras,

que nuestros ancestros labraron con sus vidas.

José G. Pinilla G.

Sta. Mnt.

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