Escucho un susurro que me llama a la deriva,
es incierto, pero creo sentir en mis latidos,
ansias de una promesa elusiva.
Son mescolanzas y sátiras que narran,
que nunca debí abandonar el nido.
Pues entre tantos lamentos, lágrimas y despechos,
volar es una epifanía de alas rotas,
y lastimeros graznidos.
Veo un vasto océano de nubes,
son nubes que se alzan como querubines.
Mi vuelo y mis pesadillas son abrazadas,
por una estela de luces,
acompañadas de caricias efusivas.
«¿Es un espejo lo que vislumbro?»
«Al final de la hondonada», farfullo,
porque he caído en un gran abismo.
Azotes de hiel en las plumas reconozco,
creo ver pasar las horas en un atisbo,
son las sombras que vacilan su andar,
en los sentimientos que recojo.
He caído y las luces se esparcen,
el abismo azora mi mente ciega,
ya que he podido ver,
como el abismo en mí brota.
Promesas he roto como pocas,
aunque tentada he sido a renunciar,
embarcándome en un viaje sin retornar,
acompañada de los retumbares de las olas.
Frente a mí un rostro se desdibuja,
«soy yo» debí pronunciar,
pues miles de muecas logro pintar,
ante un espejo que quería despedazar.
Recuerdo entre pasos sin ver,
que mis alas son un regalo que atesoro.
Entre penumbras añoro,
ser ángel y bestia que pueda rasgar,
los confines de este abismo infernal.
Si al día después de mañana logras escuchar,
cánticos hermosos y funestos,
no intentes correr de mis garras, no te quiero lastimar.
Pero el abismo me ha carcomido,
y la luz quema al volar,
anhelando entonces la redención,
luego de haber recorrido,
tus lagrimas al descubrir lo anodino,
de un nido derruido.
Al ave que cuidaste al caer de su nido,
se acerca revoloteando,
habiéndose perdido en un espejo,
con su corazón sumido.
Ante la primera pluma caer,
quizás puedas decir,
¿si escaparás?
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