Tormenta

Bajo un mar de palabras
vacías de amor y odio,
mi tonta faceta disfrazada,
de locura,
hueca de cordura,
atrapada y presa
se mantiene inerte
con un puñal de espinas y pétalos de rosa,
atravesando el pecho
como alfiler de costurero.

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No soy más que el caminante

que deambula por un desierto árido,

navegante en un naufragio

frente a frente con el mar y el espacio.

Gladiador de roma

en su amor vencido

campeón de campeones

y de perdedor hundido

Soy la sombra de la luz difunta

el aire del resoplo que se esfuma,

la voz que el silencio abraza

y una aguja que no apunta a la hora exacta.

Soy esa pequeña pieza

que no encaja en el rompecabezas

el punto y final que descarta una obra inacabada.

Soy la canción que cada noche suena

en la misma radio emisora.

Soy una rima,

que solo rima con si misma.

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Varado en mares, en ríos
en lagos, océanos de aguas, negras,
pupilas de las que pupilo soy
en tus ojos en candela
desvela mi mente,
envuelve mi noche entera
en telas penumbras,
en vela mi mente
frente la luz de dos velas
que mi barco de vela tiñen de añil.

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Con los ojos vendados
de manos atadas y pies descalzos,
cruzando esta playa árida
no veo a dónde voy
mientras la marea que sube,
me engulle,
el mar enfurecido golpeándome el pecho,
celebra con ímpetu su poderío.
Grita y truena,
para que todo el mundo se entere,
el mar es un dios,
junto su amigo el aire que crece
crece, crece, crece.
sin sombra que los intimide.

Los nombran tormenta,
despojando su odio sobre la arena
aquella orilla que me retiene inmóvil.
De manos atadas y pies descalzos,
con los ojos vendados,
la tormenta me envuelve
y para mi sorpresa,
me acoge en sus brazos.
“Tras la tormenta viene la calma”
y yo soy la tormenta,
que no ha hecho más que empezar.