Se acercó devorando los miedos,

rasgando las telas del silencio,

iluminando suavemente el sendero,

acariciando con brutal gentileza,

y entonces…  le susurro sus delirios envueltos de sal, 

empujando el olvido,

trayendo a la vida lo que dormía.

Ella se aceleraba solo con pensarlo, 

las pulsaciones vibraban cada vez más alto,

la intensidad estremecía las ansias, 

estrujando al límite el deseo de sentir la desnudez, 

de vivir la libertad envuelta en saliva, 

haciendo arder el deseo elevado de consumirse en una contracción, 

en un gemido, en un último suspiro.

Se deleitaron mientras se consumían,

inmersos en un universo sin lugar,

dónde el origen de las heridas se convirtieron en instintos despiertos,

explotando en llanto gozoso, 

convirtiendo el dolor en placer.

Vivieron días y noches en sábanas de delirio,

conjugando sueños con silencio,

promesas de diamantes que jamás se cumplirían,

pues solo podían existir dentro de la nada,

dejando fragmentos de si mismos para no ser olvidados nunca.

De sus silencios nacían emociones,

de sus miradas, extraordinarias sensaciones,

de sus palabras, caricias bestiales,

de su partida, experiencias imborrables.

Addis Désirée.

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