I

Camino por la calle Balmes

y mi nostalgia

me hace recordar las calles

del centro histórico

de la ciudad de México.

Recorro hambrienta

su amplitud y rectitud

compro con entusiasmo

esa nostalgia,

la imagen

me traslada

a una ciudad

que dejé doce años

sin visitar.

Su sonoridad es tranquila

en comparación a la del monstruo defeño

que se alimenta de los claxons

de los microbuses y carros particulares.

Me asombro de la perfección de su trazado

la recorro con la vista

parece infinita,

no lo es,

recorro, contemplativa y apurada

sus cuatro kilómetros

de baldosas en forma de flor.

Me río cuando veo un cartel

que anuncia bollería

sin gluten

sin azúcar

sin grasas

sin…

y la comparación con México

es inevitable,

un país que presume

de sus panes azucarados y llenos de gluten.

Observo los balcones amplios,

repletos de plantas

los enormes ventanales,

algunos vitrales

me imagino

a los señores y señoras burguesas

de la época

y busco guiños al estilo kitsch

de los mexicanos adinerados.

Aguardo mis ojos

para ver el espectáculo de un cielo

azulgrana

que sirve de marco a una calle

habitada, curiosamente

por clínicas privadas,

peluquerías de perros

y de viejos conserjes que trabajan

como guardianes de edificios,

símbolos de una ciudad

reconocida por su arquitectura

que hizo de Antoni Gaudí

marca registrada.

No sufro,

siento dicha

de caminar por una calle

que me hace recordar

a mi ciudad.

II

Junto mis manos

siento calor

alejo mis dedos

siento desdicha

me agarro el cabello

pienso despierta

miro mis ojos

siento molestia

como mis uñas

tengo más hambre

toco mi alma

muere deprisa

como silencios

noto tristeza

miro el retrato

llora mi ausencia.

III

Desayuné agua de calcetín

igualita a la de México,

agarré una gran taza

abrí el grifo

contemplé su pureza

le puse el café.

Me imaginé

sentada en el borde de nuestra banca

mi padre de un lado

mi bisabuela del otro

mi madre en la orilla

y encima de nosotros

el retrato de un santo.

Desayuné agua de calcetín

igualita a la de México.

IV

Veo a la vieja loca

sale al balcón

cuenta historias

sin sentido,

saca su lengua

enferma

mueve sus brazos arrugados

su frente transparente

sus venas azules

sus plantas maltratadas

sus palomas mal alimentadas

se rebela

con una voz atroz y ronca

increpa a peatones

palabras y quejidos.

¿Será que sus pensamientos

la mantienen viva, a salvo?

Cada vez que habla

llora

cada vez que mira

llora

cada vez que da de comer

a las palomas

llora

cada vez que nadie la visita

llora

cada vez que sale

llora.

Habla de conspiración

de judíos

de enfermeras

de asesinos

de gobiernos

de un virus.

¿Está loca

o predica

en busca de fieles?,

¿es el balcón

una especie de púlpito?

¿Por qué todos oyen

pero nadie

la escucha?

No quiero hablarle,

no quiero escucharle,

tengo miedo que me contagie

de sus palabras

de sus ideas.

La taza

Depende del día,

del calor,

del frío,

de la lluvia,

de la hora estimada,

de mí,

busco la taza

la misma taza

mi taza

la verde,

la verde trébol

la verde musgo

la verde.

Con el mentón caído

pego mis labios sobre el borde,

un borde grueso

sobresale

hace que mi labio inferior

resbale

temo quemarme

el borde no lo impide

quema

me quema.

Soplo

a veces no soplo

me siento valiente,

sujeto el asa

mitad corazón

pequeña como una cucharilla de azúcar

perfectamente pensada

dibujada

perfectamente unida al resto

a su cuerpo alargado

como una mano extendida

y grueso como un puño en alto

perfectamente ensamblado

en la República de Mao Zedong.

No es una taza cualquiera

tiene un filtro tetera

desgastado por el té verde

encogido por el agua caliente

maltratado por la esponja de los trastes

y está la tapa,

vigilante

siempre vigilante

como un termómetro

que cuida

que el té nunca

nunca

llegue a ponerse frío

como un cadáver.

Mi taza pesa

llena o vacía

pesa,

la taza está a mi lado

en un espacio del librero

junto a un libro de Picasso

y cerca de una novela gráfica

de Alison Bechdel.

La taza

al lado del sillón

me acompaña

me guarda fe

cuando los labios

están desocupados,

cuando los ojos están ocupados

en un libro

y cuando las manos están ocupadas

garabateando una hoja,

la taza está

aunque el sillón esté vacío

aunque la casa esté vacía.

Mexicana extranjera

No querer irme

querer regresar

acá no soy nadie

allá 

soy hija

hermana

prima

tía

amiga

acá soy migrante

allá 

mexicana extranjera.

Regresar 

¿para qué quiero regresar?

para que me vean las manos vacías

la maleta crecida

y el acento cambiado

quedarme

¿para qué quedarme?

mejor

me quedo con el orgullo

para que lo quiero

no me sirve para el trabajo

no me sirve para estudiar

no me sirve para estar.

Doce

Me arrancaron los años

los años fueron sucediendo

hasta llegar a doce

doce años 

doce

Sabes lo que son doce

diez son muchos

pero doce

es un escalón para llegar a veinte

temí llegar a veinte

sabes lo que son doce

doce cumpleaños sin celebrar

doce veces sin darle el abrazo

a mi madre

a mi padre

a mis hermanos.

Doce

te parece poco doce

para mí 

fue el aleteo

de una ave migratoria.

¿No tienes miedo a volar?

Contesto con evasivas

tú, sigues preguntando

finalmente 

te digo mi secreto

que voy en verano

no me crees

te digo que es cierto

y tú, me preguntas

¿no tienes miedo a volar?

Llamadas

Corro a la cabina

tecleo rápido los números

mientras espero

leo las instrucciones del cartel

contestas

saludo

contestas

te cuento mi vida

me oyes afligida

miento

no pasa nada

hablo rápido

los minutos pasan  

el saldo se acaba

la gaviota sobrevuela mi cabeza

muero de angustia

no quiero decirte

que no tengo

ni un euro.

Caminares

Oculto mi rostro

aflojo las rodillas

me escondo

finjo no enterarme

camino rápido

los veo llegar

no los veo a la cara

agacho la mía

el corazón corre

mi pelo se encrespa

me apuro para ir a casa

ahí están de nuevo

me persiguen

o

los persigo

los uniformes me alertan

los papeles no llegan.


Edades

Llegué con veintiuno

estoy por cumplir cuarenta

¿Vejez?

Alguna cana entre mis cejas

angustia por no dormir

ojeras

trabajos precarios

ideales grandes.


Documentos

Es NIE o DNI

da igual

son tarjetas plastificadas

que según pasan los años

tienes que renovar

su estética

me recuerda

a los falsos fajos de billetes

que ganas en las ferias

te crees poseedor de algo

y al final

no es nada

no eres nada.

Intuición

Por primera vez sentí dolor. Fui al prado. Soplé una vela y el prado se transformó. El verdor se fue opacando, mi nariz se enfrió. Jugueteó con mis manos, se despidió.

No supe decir nada, me acomodé el cabello, sonreí, hice como que no pasaba nada. Seguí.

Tiempo después me arrepentí por no saber decir, por no saber expresar, por no saber explicar, por no saber suspirar, por no saber. Soy yo la que no quiso saber o es él el que no quiso entender.

Soy de las que intuyo. A través de las charlas, intuía, a través de las miradas, intuía, a través de los silencios, intuía, a través de los roces accidentales, intuía y a través de una impostada indiferencia, intuía.

Supe de él por la forma en que me miraba, antes de eso, él no existía.

 Cuando estábamos cerca, él fingía no verme. Cuando nos encontrábamos en el pasillo, yo miraba hacia adelante, él simplemente miraba al otro lado. Cuando tenía el valor de mirarlo, él me retaba y me preguntaba que por qué lo miraba y yo respondía disgustada «porque tú me estás mirando», los dos mostrábamos un poco de hartazgo por ese ridículo espectáculo.

Yo me refugié en la charla, -de cualquier tipo-. Él empezó a mostrarse más suelto en eso, esperaba mi llegada para anunciarme alguna cosa, otras veces, la charla se retrasaba y pasaba una hora hasta de que cruzáramos palabras.

Me acostumbré a aquello. Había una cierta complicidad. Ahora se ha evaporado y lo que siento es dolor, ¿dónde se siente el dolor?, ¿en el estómago, en la garganta, en el rostro o en las manos?. El dolor es sufrimiento, angustia o reclamo de la ausencia de algo. ¿A qué sabe el dolor?, amargo, ácido, nauseabundo…

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