La soledad en tiempo de derrotas
Después de la lectura de tu novela, querido amigo,
escribo con versos prestados,
con tus mismas palabras,
con tu eco y mi orden,
en tus huecos con mi azada
y replanto en mi campo de tierra
con tus semillas
y riego con mis lágrimas
porque me has hecho sentir, que no leer,
amar y odiar, recordar y olvidarme
y te debo este poema, ahora más que nunca,
que ya sabemos lo que es la soledad en tiempos de derrotas,
en tiempo de ausencias y de pérdidas,
de encuentros sin miradas y sin chocar nuestros pechos.
Ahora sí, ahora más que nunca,
que ya sabemos lo que es sentir la soledad y el aislamiento.
Aunque la soledad en tiempos de derrotas huela a miel,
a azúcar y a dulzura,
a la dulzura que rezuma la soledad deseada,
ya hemos crecido y hemos dejado de creer.
Y vivimos la nostalgia amarga
ya sabemos que la soledad es agria.
La soledad en tiempo de derrotas es
la rasgada del mantel que cubre la mesa,
la soledad del vino escondida en la penumbra de la habitación,
la del vacío abofeteando el ánimo,
la soledad del reo confeso,
la soledad atormentada del condenado,
la soledad desnuda del asesino.
Porque la soledad en tiempo de derrotas es
la soledad del disparo,
el vómito derramando con violencia arcadas de soledad.
La soledad del camino
de aquel cúmulo de soledades sin afecto.
La soledad del héroe oculta en el vacío negro de la noche.
La soledad desesperada del perseguido.
La soledad cómplice del abrazo.
Cuando las derrotas consiguieron reducir el mundo a su soledad,
la soledad de la derrota se convirtió
en la soledad desnuda de la calle provocando el eco,
en los ojos arrugados, escondidos en las cicatrices,
esas cicatrices que deja la soledad de las noches de aguardiente,
y de las soledades compartidas,
cuando te quedaste solo, en la soledad de la calle,
en la soledad de las aceras y de los besos al aire.
La soledad, como una bofetada,
en tiempos de derrotas,
asaltando la presencia real del infortunio.
La soledad de los miedos cotidianos
La soledad del que acecha.
La soledad inquietante de aquel espacio altísimo,
de techos curvos y lejanos.
La soledad que multiplicaba los sonidos del hierro.
En tiempos de derrotas no aprendimos a reír,
no aprendieron a separar los labios para lanzar una sonrisa,
la soledad se instaló con el frío de su fría comisura de bocas apretadas
en los tiempos de derrotas.
Porque la soledad de los miedos cotidianos
es la soledad del disparo, del reo, del condenado.
Porque en tiempos de derrotas
el silencio se hizo audible
y el niño no aprendió a reír,
porque la soledad de las victorias no existieron,
y el hombre siguió buscando justificaciones a la soledad del exiliado
porque habían reducido el mundo a su soledad
a ese estar solo sin uno mismo.
Este poema se escribe en varios momentos, uno para la presentación de la novela de José Ángel Sevilla Sanz «En Tiempos de Derrotas», usando frases y palabras de ésta; después, con el tiempo he reelaborado el poema y ha quedado así, Agradezco al autor su autorización para encadenar a modo de versos, las imágenes y metáforas que aparecen en su obra. Una narración poética, dura y dramática de unos años sin lírica, muy duros y muy dramáticos de la historia de España.
Me gustaría agradecer a quienes estáis leyendo este poema, que ojalá os lleve a la lectura de la novela, que para mí es una de las obras más interesantes que he leído en mi vida.
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