La ambición, aquél deseo ardiente
de poseer riquezas, fama y poder,
de desafiar las limitaciones que impone la gente
y nuestra supuesta necesidad satisfacer.
Es lo que nos mueve y motiva día a día,
el deseo de superarnos, de llegar mucho más lejos,
de dejar a un lado la desidia
y olvidarnos de los quejos.
Las personas ambiciosas despiertan admiración,
son vistas con asombro, sorpresa y estupor,
crean rumor, calumnia, difamación
y le generan celos y envidia al adulador.
Pero la ambición tiene una faceta desconocida,
un precio, que nadie nunca nos contó,
una realidad disfrazada y enmascarada.
que la sociedad deliberadamente nos ocultó.
Esta verdad nos ciega con fantasías de alegría,
reconocimiento y satisfacción absoluta.
Pero al cruzar la meta, el inconformismo se convierte en agonía
y la ilusión se desbarata,
Ese sufrimiento se esconde bajo una falsa capa de triunfo,
una máscara de aparente éxito y victoria,
un velo que no garantiza dicha en absoluto
ni mucho menos la gloria.
Y es que la ambición es insaciable,
cuando se logra lo que se anhelaba, se quiere más
es un vacío interior perpetuo e insoportable,
que los demás no notarán jamás.
Nos incendia por dentro y nos oculta la realidad,
nos arrastra hacia un destino al que nunca llegaremos,
hacia un camino carente de integridad,
una satisfacción que nunca alcanzaremos.
La ambición hace utilizar
los medios más atroces e inmorales,
para nuestros objetivos alcanzar
y proteger nuestros intereses personales.
El mayor temor del ambicioso es el fracaso,
el sólo hecho de dar un paso en falso,
pero esto refleja en el fondo falta de autoestima,
a pesar de ya estar en la cima.
Es entonces, cuando el ambicioso se da cuenta
de que podrá poseer bienes, fama y dinero
una enorme vivienda y opulenta vestimenta,
pero esto nunca le dará amor verdadero.
Por eso, sueña en grande, lucha por tus proyectos,
así te digan que son utopistas o no lo vas a lograr,
no abandones tus anhelos.
Recuerda, la ambición es buena, si la sabes moderar.
Pero nunca lo olvides, no vales por tus títulos profesionales,
tus logros o tu nivel de ambición,
sino por tus valores y principios morales
y tu buen corazón.
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