TRANSFORMACIÓN
Sublimación: Paso directo del estado sólido al de vapor.
Real Academia Española.
Soy un montoncito de polvo gris
en el fondo plano del matraz.
Siento la flama azul-naranja del mechero,
transformándome en un vaho violeta.
Me expando entre los cristales,
A más calor, más me expando.
Duele, me transformo.
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EL AGUA ES LUZ
Pienso en tu primer encuentro con la muerte.
A tus nueve años con un feto entre tus manos, violeta, membranoso,
pequeño e inocente.
Y el bermellón esparciéndose en las sábanas blanquísimas de la cama.
Me paraliza tu horror, ante el olor sanguinolento, y el inquebrantable silencio.
Tiemblo de miedo.
¿Qué se hace con un muerto? —has dicho—.
¿Qué se hace con un muerto que nunca vio la luz?
Pienso, si fue mejor así,
Dios no se equivoca nunca.
¿Y si en oscuridad profunda hacemos oídos sordos a los ecos de Dios?
Nunca lo sabremos.
Eras tan pequeño.
Nadie sabe, cómo hubieras desemparejado los bandos de la familia.
No naciste y cuelgo sobre tus hombros labores de rescate.
Hubieras preferido el campo,
al patio de geranios y helechos de tu madre,
donde se escuchaba el amanecer anunciado por los pájaros desde sus jaulas.
Añorarías el campo,
la leche tibia por las mañanas,
y el aroma a anís y canela.
Ahí te habrías quedado entre la yerba fresca.
En el campo soy mamá Justa,
y cabalgo y arreo los rebaños.
Soy mujer y fuerza.
Voy por mi madre y mi hermana.
Florece el ganado y el trigo.
Los gallos nos recuerdan cada mañana,
que hay que echar a andar la casa con el corazón.
Cantando madre,
no contando centavos en la joyería,
ni mi hermana en la trastienda.
La vida fluye,
la voz de Dios clarea en cada arroyo,
salpica la luz.
El agua es luz.
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AZUL HIELO
Hoy sobre la pijama azul me puse el rompe-vientos.
Salí a correr bajo la lluvia, soy una niña azorada
que nunca se mojó en los charcos de lodo.
La lluvia de agua no es de mi tierra; baños de sol, de luna o arena,
son las de este desierto.
La uña de gato se arruga como los dedos en la tina de baño,
los plumbagos agachan sus racimos,
el cielo es azul hielo, plano, callado.
Los pájaros desconcertados se escuchan a lo lejos.
Hay un incendio de campanas mandarina en las bignonias,
en las rosas rojas, y las buganvilias asomadas por el muro.
El cielo plata, resguarda las gotas de cristal
en las coronas de Cristo,
parecen flores verdes de los bosques lluviosos,
esconden las espinas puntiagudas.
No te esperes,
El sol, hoy nos da tregua.
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AQUIETAR EL AGUA
El agua resbala por el muro
apacigua mi aire,
exacerba el cristal,
armoniza el fuego.
Alzo los brazos implorando por una gota,
por la lluvia del cielo
que lave esta agua,
y por fin la deje quieta.
Escucho mi río subterráneo,
la mañana canta,
la tórtola se calma en el aire de la palmera.
Estoy comprimida,
entre la espuma plomiza
que antecede a la lluvia.
Tú tienes mi voz,
tócala con tu rayo,
ordénale que fluya,
que salga del estanque.
Dame Señor una gota,
muéstrame la señal,
hoy que la brisa es fresca
y el sol ardiente aguarda.
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EL POLVO DEL AHUEHUETE
El polvo de los años se deshoja,
recorro los senderos que llegaban al borde,
los desando,
me pierdo entre la luz oscura.
Soy una niña sorprendida,
perdida en el tronco del ahuehuete azul.
Tengo once años
que se me anidan en el pecho.
Me levanto de la sombra muda del árbol,
salgo del tronco hueco, al que el pájaro carpintero,
ha torturado con su pico hasta sangrar la savia.
Doy tregua al agua de los ojos,
Suelto el desasosiego.
Se ha secado la luz del ahuehuete,
la sombra de hojas secas me deja a la intemperie.
La raíz me atrapa hasta los huesos.
¡Arráncate de la tierra!,
en ese río ya no fluye la vida.
El polvo deshilvana lo secreto,
mi bosque es una pradera.
Escucho el río,
fluye como una espiga cuando metes un cántaro.
Es ahora ligera el agua como el aire.
Se despliegan los días,
los tomo de uno en uno.
En la grieta del desierto va el río.
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SAHARA, LLUVIA Y ARENA
El ciclo del fuego, marcó cuarenta grados en el verano ardiente.
la grieta se acomoda y asoma el sol su luz.
La mañana caliente se oscurece de pronto
y el azul plumbago toma el gris de tu polvo.
Se agitan las palmeras bajo la nube sepia, en la historia del Sahara.
Una mezcla de fósforo, calcio y hierro
anidan en la tierra de higos y dátiles.
Ha llegado el abono en el momento justo para madurar.
Llueve drenando el polvo y el calor se diluye,
lo va lavando el agua.
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DORMIDA SOBRE EL AGUA
El cielo es un estallido de plumbagos,
donde las tórtolas aletean sobre la escoba de dátiles,
se internan y anidan en la pared azul.
Flota el aroma de la carne asada.
Dormida sobre el agua abro los ojos,
los plumbagos se han multiplicado,
la muralla de racimos redondos
luz lilácea, que une la tierra con el cielo.
Una brisa se mueve al ritmo del verano,
azul a puños abarcándolo todo.
Las buganvilias en lo alto son una mancha púrpura.
El amor es azul y verde,
plateado en la noche de Júpiter.
Terracota el recuerdo del cielo en el jalero de Zacatecas,
la tierra que a fuerza de trabajo, le extraían el mercurio, la plata y hasta el oro.
Se quedó empobrecida.
Deshabitaste el polvo de ladrillo,
dejaste abandonada la casa
y el cielo ultramarino.
Eran los días con cielo,
en el campo.
En lo alto del montículo, nos recostábamos sobre la manta roja.
Tocábamos la luna, alineábamos a Júpiter y a Saturno.
Dormíamos sobre el mar terracota del polvo del jalero,
comíamos elotes con queso fresco del pueblo y mantequilla.
Otros días buscábamos agua.
El pozo de la mina estaba seco.
De “Veta Grande” vino el sabio de la rabdomancia hasta “El Lampotal “.
Él encontraba el rumor del agua con su vara de mezquite,
recorría los caminos de tierra donde extendía su vara de resortera.
De pronto, se detuvo,
el palo miró hacia abajo.
−Se escucha la corriente subterránea−.
Hoy fluye el agua en el lugar preciso
y a los incrédulos nos desnudó con su verdad rural.
Sabios milenarios en la tierra fértil en metales,
sin árboles frondosos,
sólo la hierba seca, mezquites, cielo puro.
Pido otros veinte años de amor en cualquier polvo.
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