Se despertó temprano y se encaró a la ventana.

La bóveda celeste le brindó un saludo.

La estrellada noche daba paso al alba

y la luna, antes de partir, le hizo un guiño.

Notó la caricia del tibio sol y se sintió serena.

Tras su aseo cotidiano y un ligero tentempié,

con el ánimo renovado, se enfrentó a una pletórica jornada.

En la mente guarda una historia que le apremia plasmarla,

sabe que pronto partirá en su viaje sin retorno.

Entre páginas de galerada ha tomado la ventaja,

robando horas, a la soleada mañana.

Y, sin forzar la muñeca, dejando suelta la mano

con ligereza y templanza ha escrito un largo relato.

¿De qué trata esa historia qué tanta satisfacción le da?

Es un argumento de vida.

De reflexivo pensamiento de sus propias inquietudes.

Una historia con matices; de felicidad y encuentro,

de pena y desatino

Es la historia de su vida cargada de simbolismo.

De una digna existencia de querer y haber querido

Con esmero, dobla las cuartillas y mira sus pliegues;

simétricos, perfectos y le da el visto bueno.

Lo guarda en el pequeño cofre que tiene en el trastero.

Satisfecha por su hazaña, hincha el pecho de nostalgia,

Sacude los malos tiempos y se recrea en la esperanza.

Confía, que su legado, testimonio de su vida, 

encerrado en un armario, un día será encontrado.

Desea que sus anhelos, inquietudes y desvelos

la hagan cercana a aquellos…

sí, a los que la conocieron y que no la comprendieron.

Y cuando la noche eterna la sorprenda,

no dudará en dejarse vencer por el sueño

y emprenderá la marcha.

Porque tiene la certeza de que,

en ese manuscrito, la encontraran a ella

y descubrirán su esencia, su alma.

Y… llegó la noche anunciada.

Se recolocó entre los cojines del sofá,

desde allí podía ver la luna, estaba en su plenitud,

los paganos la denominan luna de la cosecha.

Era jueves quinto día de octubre,

según los astrónomos, ese año la luna estaría

mucho más cercana al equinoccio de otoño,

era una luna especial. 

Se recreó observándola.

Recuerdos de otras vivencias se agruparon en su cabeza.

Hizo un repaso general de su existencia. 

Satisfecha, recitó una oración y dio gracias

a su ángel Custodio por librarla de los males de la tierra.

Sintió el calor de su manto protector  y respiró aliviada.

Lentamente «el sueño de los justos» avanzó.

No hubo forcejeo ni desanimo;  encontró la puerta abierta.

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