Ocho de marzo del noventa
Una experiencia que no puedo olvidar
Me subí a un camión de pueblo
Completamente lleno, incómodo para viajar.
.
Y como recuerdo ese viaje
Por aquel olor tan penetrante.
Era como de ocho días de cruda
Y el ambiente se tornó asfixiante.
.
Tal vez alguien se estaba muriendo
O al menos agonizante
Pero aquel terrible pedo
De verdad fue escalofriante.
.
El primero lo aceptamos
Y lo absorbimos valientes
Pero llego el segundo
Y todos nos recordamos parientes.
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Aquello fue espantoso
Porque el chofer abrió la puerta
Y se bajó gustoso.
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Ya había dos o tres desmayados
Y varios vomitados
Y creo tal vez algunos ya casi finados.
.
Todos corrimos a la puerta desesperados
Pero se cerró de repente
Y todos quedamos amontonados.
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Muchos pegaban la nariz a las rendijas de las puertas
Pero todos paniqueados por no encontrar las ventanas abiertas
Todos nos mirábamos para sacar al culpable
No podíamos creer que de ese cuerpo saliera algo tan desagradable
Fue cuando descubrimos al causante.
.
Un hombre de mirada desafiante, que muy tranquilamente se aventó el tercero
Levantando la mirada desafiante.
.
Nos levantamos cuatro
Y lo arrojamos sobre el vidrio de adelante
Su cabeza atravesó el cristal
Quedando recostado en el volante.
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Lo jalamos y una ráfaga de aire nos inundó el ambiente
Y aquello fue la gloria, respiramos nuevamente
Ya más tranquilos logramos abrir la puerta
Y todos gritaban hurra, gustosos de mirarla abierta.
.
Nos bajamos uno a uno
Y todos respiramos hondo
Y al hombre lo tiramos allá hasta lo más profundo.
.
De eso ya pasaron años
Y no se me puede olvidar
Y solo de oler un pedo
Siempre me quiero vomitar.
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