PREFACIO
Sueño
Había una mujer que estaba loca,
decía incoherencias
y un señor que venía conmigo
-se parecía a Anthony Hopkins-
le dijo:
«usted no es que esté loca,
es que tiene que tener esos pensamientos en privado.»
CAPÍTULO I: CATÁLOGO DE SOMBRAS
I.
Esta página en blanco, como si nada
pudiera enturbiar sus aguas cristalinas
excepto algo dormido que hace sombra
y quiere subir a la superficie.
II.
Días translúcidos
mi sombra no me pertenece
es de hojalata.
III.
Dibujé un magnolio mágico
mitad ocaso, mitad atardecer
-la sombra comiéndose el fuego de la tarde-
la delgada línea que los separa
dibujada en la palma de mi mano
retenida en mi pupila marrón
motas de polvo al trasluz son copos de polen
nieva en mi magnolio
y los gatos persiguen sombras.
IV.
Un país extranjero arrasa la memoria de la luz
escala la fachada y se adentra en mi habitación
he permanecido escondida, huyendo de él
como un susurro guardado en el cajón de la mesilla.
V.
Lluvia fina
que horada nuevas grutas en la memoria
por las que me podría fugar
otra vez.
VI.
Visto mi cuerpo con hojas de otoño
como si fuera la primera impresión
de este cuerpo magullado y maullado.
Recorro arterias y calles principales
mientras sueño con mis planes de evasión.
Saludo a los pájaros mecánicos y a las nubes
también saludo a los tranvías y a las flores
me encuentro en ese momento en el que
todo crece a cámara rápida en el documental
apenas queda tiempo para una lágrima
ni quiera una despedida dibujándose en las manos.
VII.
Amapola roja en la sien
sueño de frías manos.
VIII.
Todo pasó como pasan los transeúntes a tu lado
con la violencia exacta de la amapola en la sien
como si los días quisieran romper la sombra oscura de la noche
mirándose en los espejos para cerciorarse de que estaba allí
sintiose dichosa entonces por la sangre cálida que aún circulaba por sus venas
aunque no era suficiente.
Todo pasó como pasan las cosas insospechadas
un rumor de pájaros en el cuenco de sus manos
nubes bajas, charcos y basura tirada en la calle
abono para sus amapolas silvestres
creciendo en la cumbre fría de las altas torres.
IX.
He vestido mil cuerpos de otoño
para la llegada predecible del invierno
-con sus versos ajados-
vuelan dispersos como margaritas deshojadas
sí, “mirlo blanco” suena en tu boca
y puede ser que un mago
haga salir uno de su chistera
¡¿qué más da?! Ayer era cascada toda
cabellera larga de ojos remotos y fuego
como si permaneciera siempre anclada.
¡Vuelo hoy! Dices “mirlo blanco” y en tu boca
suena como una sequía que haya arrasado
los estigmas del pasado.
X.
Ya nadie quiere que le regalen poesía
prefieren descorrer las cortinas y ver el páramo helado
no saben qué hacer con sus manos
-descorrer las cortinas-
tiemblo de frío como un recién nacido
he de hacer crecer flores en el páramo
o como una lluvia de meteoritos confrontarles con lo extraño
porque sus ojos son de escarcha
-ya no miran-
pero, ¿qué es lo extraño?
XI.
He permanecido en la tarde del salón
equiparando el mundo a esta quietud:
dentro de mí arden mundos paralelos.
XII.
Una tarde de domingo puede ser un lugar donde sentarse
y dejar que cien millones de kamikazes
vuelen en el cielo sin dirección.
XIII.
Busco mis manos
para descorrer las cortinas del silencio
ahondar en el corazón profundo
buscar las palabras vitales
que anidan en viejos ecos,
espuma de mar que lame mis zapatos.
XIV.
Se me ha caído el amor por la ventana
y suena como canicas rodando por el suelo
suena como el primer cuento que inventaste para mí
y suena como un sueño muy largo y muy tierno
suena como si nunca fuera a acabar esa peli que tanto nos gustaba
y suena como si fuera alejando el punto final mientras escribo esto.
Se me ha caído el amor por la ventana
y suena la última nota.
XV.
Mi llanto brotó tan lejos de mí
estaba tan cerca… sombra de la luna
imaginé diez mil mundos rompiéndose en pedazos
y eran mis manos fuentes de agua viva
recordé otras noches sin bruma y sin llanto
brotó tan lejos de mí, estaba tan cerca.
Una mañana sonrisa, soles y más soles
como cuando el mundo era un lugar nuevo
cada día agité el pañuelo desde mi ventana
y ahondé en la ficción del cristal
toda yo espejo de sus calles
vuelta hacia afuera como una flor.
Hoy pongo a secar mis lágrimas
-pequeños peces de caminos transparentes-
que ruedan por las cornisas y caen al patio
explotando en haces de mil colores.
CAPÍTULO II: DÍAS DE LUZ
I.
La envoltura se rasgó
quedé a la intemperie.
II.
La gotas de lluvia mojan tu cara
las gotas de lluvia se pasean por tus brazos
¡oh! gotas de lluvia, botas de agua
saltar
los charcos
correr
tras las cometas
¡oh!
en el cielo azul.
III.
Naces, naces para descubrir
todo lo que haces es suave
como el movimiento de un feto
en el vientre de su madre
naces, naces para descubrir
todo lo que haces es dulce
como quina santa catalina
mientras te vas quedando dormido
y entre tanto, lo intentamos
y entre tanto, te nombramos
y entre tanto, te encontramos
como una madre y un padre
que sujetan por primera vez
tu cuerpo en sus brazos.
IV.
Anidaba en el sauce que daba a mi ventana
hace años que no he vuelto allí
subían hasta casa voces de niños jugando
y me sentía contenta, aunque tuviera que estudiar
era verano
creo que no puedo volver allí
mis pisadas me desmienten y las largas escaleras
corren bajo mis pies: “¡toooorero! ¡toriiiiito! ¡toro!”
las piernas se me enredan jugando a la goma
alguien tira por detrás de mi sudadera: “¡te pillé!”
-el parquecito de pinos con los bancos-
“¿vamos a los bancos?”
-trozos de ladrillo rojo escondidos en la tierra
son el tejado de la casa del diablo-
la calle, todo sucedía allí abajo.
Hoy he vuelto allí.
Un sauce llorón llegaba hasta mi ventana
donde sigue anidando el sol.
V.
Un eco lejano como un susurro me llama
píntalo todo de color mientras saludamos al sol
está empezando a amanecer y en tus ojos
me veo reflejada como la primera vez que hicimos el amor
-sigue caminando a mi lado-
sonreír parece fácil estando contigo
sonreír es un regalo del cielo que se posa en tu cara
como un ave indomable surcamos el aire
¡sin apenas levantarnos! Tu amor es una fiesta
a la que todos hemos sido invitados
pum-pum, late mi corazón
y sin saber mucho de ti, ahora soy tuya
porque la ciudad se ha agrandado como un gigante
y puedo ir sobre sus hombros
he visto tantas cosas bellas…
ese susurro, un eco lejano me llama
será “un viaje a las estrellas”.
VI.
Hoy es un día para escribir a lápiz
esbozando las letras que se unen unas a las otras
hoy el sol está en lo alto y se oye el llanto de un niño a lo lejos perturbando esta claridad
es como si el día durmiera en las hojas de los árboles
y todo estuviera ahí para ser contemplado:
el parque en la distancia, los reflejos del CD colgado, las hojas dormitando
me repito, es que mis ojos se paran en lo que mueve la brisa
quizás sea el movimiento de las alas de la mariposa
o el canto de los pájaros, el rumor del tráfico lento
pasos pesados sobre las aceras refulgentes
un niño bota el balón, oigo el eco sostenido de la infancia
en cada hoja, en cada paso, en el vuelo del insecto
porque todo anida bajo el sol
como ruedan las ruedas del autobús
como planean su estática estela las aves
y las nubes se difuminan, son de tiza
los toldos están bajados, los grillos aún no cantan
todo anida bajo el sol,
en este lugar remoto del mundo, mi terraza.
VII.
Llévame a donde no alcanza mi memoria
donde siempre paseamos mediodías
con tu voz llévame
-como quien regala una tarde al vendaval-
donde crece la hierba alta
a las calles donde los niños no dejan de jugar
y cuando se ponga el sol
cuéntame mil y una historias de cumbres nevadas
quiero sentir el frío en mi cara
nos espera otro día
entonces vísteme, por favor
con tu nueva mirada.
VIII.
He puesto mi mano
sobre tu corazón de espuma
donde rompen las olas.
He sentido el batir
de unas alas. Serán
las gaviotas, amor mío,
de tu mar embravecido.
IX.
Descansemos la mirada en el aire
allí no hay nada
la miseria se acumula en el suelo
-también las plantas crecen-
un murmullo de agua riega las calles
la intensidad se desvanece cansada
como si no fuese necesaria una respuesta.
X.
Sólo espero el amanecer
con su cúpula de árboles inmensa
como una bóveda de la alta catedral
sólo espero el amanecer
con los ojos abiertos
y el pulso acelerado.
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