prometo que la historia que iba a contar sobre un señor que me encontré un día por la calle durmiendo entre cartones, ya la tenía escrita y terminada cuando no se me ocurre otra cosa que picar en vista previa y borrarlo todo.
me acabo de volverá loca porque esa historia es la vida de un señor de unos cuarenta y tantos años que está en la calle por puro castigo, mejor digo, auto-castigo.
este seño r se hizo llamar » cualquier persona» porque creía que era parte de lo que merecía, curiosamente yo no pude pensar como él.
es decir, cuando yo lo vi, yo esperaba por un amigo para desayunar en la cafetería que estaba por esos alrededores.
en vista de que mi amigo tardaba, comencé a deambular por el paseo cercano y allí lo vi, sí a «cualquier persona». entre cartones pude apreciar su aspecto quemado del hollín de los coches que pasaban a su lado, sus ropas uf, del paso del tiempo estropeadas pero, su mirada… qué demonios! unos ojos verdes como las algas mohosas que pegan a las rocas del mar.
no lo pensé dos veces y me fui derecha a la cafetería, allí pedí un bocata y un café para él. los metí en una bolsa y se los llevé.
cuando me acerqué a él le ofrecí la bolsa y alzando la mano me dedicó una sonrisa tímida.
me sorprendió cuando le pregunté por su nombre y me habló en español.
a ver, no lo digo por discriminar ni nada de eso, pero suele haber mucha gente mendigando por falta de papeles porque vienen de otros países sin nada y están por la calle.
este señor era joven aún y español así que le pregunté cual era el motivo de estar en esas condiciones.
en ese momento miró su bocadillo y no pudo morderlo. cabizbajo me dijo tómalo, no merezco esto – llévatelo y vete -.
por un momento casi le hago caso, pero frunciendo mi seño y volví hacia él y le volví a preguntar…
me dijo que se dedicó toda su vida a los barcos, «cualquier cosa» ( como se hizo llamar) era el que arreglaba y pintaba la parte de afuera de los barcos.me dijo que todos los días que llegaban los barcos de pesca cargados de mercancía. se acercaba la muchedumbre en busca de alimento, que aquellos pescadores que se pegaban días en altar mar regalaban los peces a estas personas necesitadas deseosas de llevarse a la boca algo para comer.
a cualquier cosa, le molestaba que esas personas ,así por la cara, sin dinero y sin nada, fueran a pedir. porque ellos no sabe el trabajo tan duro que realizan esas personas para poder pescar. despreciaba a esas personas sin recursos.
agachó su cabeza de nuevo y me dijo… -mira, ahora yo soy uno de ellos-.
yo no supe qué decirle para consolarle, lo único que me salió decirle fue un mísero «lo siento».
así que volvió a mirarme y me dijo:
– todas las veces que los desprecié y que los insulté se han convertido en mi calvario, en mi pan de cada día y a pesar de que me siento rabioso, siento que merezco lo que ha pasado conmigo.
ahora me siento cualquier persona, porque sé que a cualquiera como yo, un personaje dedicado a su trabajo bien adinerado y casi poder tocar el cielo, tenía mi casa, mi cama, mi comida. a no tener nada por desprecio a los demás.
tómalo, no merezco esta bolsa de comida.
me levanté despacio y me di la vuelta para irme, pero no pude, fruncí mi seño y me di la vuelta. dirigiéndome hacia él, le dije:
sabes cualquier persona en tu lugar hubiese dado las gracias por recibir esta bolsa de comida, hubiese y quizá dando las gracias porque alguien se acercó a ti y te dio la oportunidad de empezar poco a poco a cambiar tu vida de nuevo, quizá esa es la manera que tiene tu destino de decirte que ya estás preparado y perdonado, que ya puede volver a surgir de los hondo como los peces.
no sé cual es su futuro pero si sé que fue perdiendo todas sus cosas poco a poco hasta ser cualquier persona de aquellas que pedían en el muelle.
la vida no injusta. pienso que es justa para cualquier persona, que todos somos iguales aunque creamos que no es así y lo curioso es que muchas veces sólo vemos lo injusta que es la vida con uno, en vez de ver cómo podemos cambiar las cosas, mejorarlas o hacerlo lo mejor que podamos pero al menos con la satisfacción de que lo hemos hecho sin abandonar el barco. que hemos agotado todos nuestros recursos y de no dar la espalda a aquellas personas que te ofrecen ayuda.
la historia de este señor cualquiera puede ser cualquiera.
quizá su destino no es esa vida que lleva puesto que se dio cuenta de su error, quizá solo es una parte de su vida para hacerle ver lo grande que puede llegar a ser después de haber tocado fondo.
con el tiempo ya no lo vi más allí entre cartones. quien sabe si cualquier persona lo ayudó a aceptó su destino de ir poco a poco siendo mejor ser que quien fue una vez.
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