Aquí ha comenzado mi vida, donde desde joven aprendí lo que es estar en una ciudad pequeña, donde todo el mundo te conoce y tus raíces se aferran a los proyectos de los demás.
Quieras o no, te vuelves parte del folclore popular. Eres un ciudadano más, el clásico ¨Ah, ese es el hijo de tal¨ o ¨sí, vive acá a la vuelta¨. Toman referencias sobre ti y te vuelves uno más en el inmenso hormiguero de concreto al que podemos llamar ciudad.
Quizá la gente de las grandes metrópolis jamás comprendan lo que es un lugar de pocos habitantes, cuando uno falta y su espacio jamás podrá ser llenado, cuando la ausencia tiene un nombre imposible de borrar.
Las marcas del pasado, destellos que se vuelven fuertes resplandores de grandeza.
Allá, en los confines de inmensas capitales, el pueblo chico es ignorado por el avance tecnológico y geográfico de las grandes pisadas titánicas de monstruos de cemento. Sin embargo en estos se mueve un conjunto de decisiones que marcan a otros y, de forma recíproca, se instalan en el limbo de un ir y venir socialmente admirable.
El que es artesano destaca por sus dones, manos llenas de imaginación que lo impregnan de una sabiduría infinita. Sin límites.
El médico, que al caminar por cada calle rumbo a su labor, recibe diferentes saludos de todos aquellos a los que salvó. Familias, niños, todos lo conocen desde el principio hasta el final de su labor.
Los kiosqueros y vendedores, estacionarios trabajadores que construyen su historia sobre un lugar y se sientan a observar el cambio, avanzando y esperando, quedándose como viajeros del tiempo en un olvidado camino de alivio.
La ciudad tiene sus personajes, sus destacadas personalidades, sus calles con historia. Su principio y su final.
El escritor que ha publicado su libro y todos los conocidos que dicen: ¨Sí, era un famoso poeta, un gran novelista o un excéntrico compositor¨ pues este, en las pequeñas ciudades, se asimila a una celebridad de envidiables facultades.
El profesor, el sabio que en la antigüedad guiaba a los filósofos hacia la verdad y ahora, en un arte de paciencia y añoranza, guía a los niños hacia el saber y el conocimiento.
Cada personaje, cada labor, cada habitante es una marca de tiempo que viaja a través de las cicatrices de la historia. El pueblo es y será, una inmensa historia sin final, dejando a su merced, una cultura esplendida que solo aquellos quienes han vivido allí, pueden sentirlo desde su corazón.
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