Puede ser de día o de noche, mi calle es poco transitada, varía según la hora del día. En sus líneas perpetúa la indiferencia del tiempo, el desgaste del viento y el sol es tan visible que las paredes han perdido su color original; aun así, el cielo si se viste de colores y eso le da una mejor vista.

Al fondo de ella se mira un cerro que guarda un secreto, en sus entrañas su esqueleto fue formado por manos de hombres hace ciento, si no es que miles de años. Si, aclaro, que es una pirámide, quizás la más grande que el hombre haya fabricado, pero también se dice, que no es posible mostrarla, ya que el daño ecológico sería muy grave. Allí permanecerá por siempre, aún si mi descendencia decide quedarse en este lado.

A muchos de mis vecinos los conozco, algunos son mis amigos desde hace un par de años; otros, sólo los veo de vez en cuando y otros de plano ni se si son o sólo pasan de largo. Un par de tiendas, nada espectacular, no hay mucho que ver en ella. Mi calle, mi cuadra, en el fondo no me genera nada. Sólo el temor de transitar en ella en la madrugada; pues, en varias ocasiones desde mi ventana, he visto maleantes despojar de sus pertenencias a transeúntes dispersos y seguido se escucha las sirenas de las autoridades que pasan.

No sé si en el pasado era así, lo único de lo que si estoy segura que no tiene más de veinte años esta cuadra, así como la ven, estaba cubierta de bosque, a ello se le debe el nombre, “Bosques de San Sebastián”. Que ha decir verdad, de bosque ya no tiene nada, ya ni los grillos por la noche cantan, creo que ellos ya se mudaron a otro lado. Esta urbanidad nos conecta con el presente, se pierde del pasado y el futuro no se aprecia.

He vivido sólo un cuarto de mi vida en ella, y la verdad no gusta estar aquí, para mí es hora de volar. Me deprime, me inquieta. Me rehúso a seguir caminando por ella, me ahoga, me enferma.

Extraño la vista del mar, la naturaleza, la arena en los pies que me queme y las noches de café y un buen mezcal, que me convide a estar despierta y dispuesta a escribir, toda la noche junto a la selva. Es hora de volar, del bosque a la selva serena, a la paz de la naturaleza y ser yo, sin que me pierda.

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