El sueño de Toñito

El sueño de Toñito

Lana Oros

22/02/2019

Con las manos tapando sus oídos corre para no oír más la discusión de sus padres. No se da cuenta que lo persigue en su mente y no se detiene hasta que siente el cansancio. Está enfrente de la casa del Jíbaro, como le llaman. Se acerca para mirar por el espacio abierto entre las cortinas. Los ojos le resplandecen al ver un televisor casi tan grande como la pared. Se dice que ese hombre va terminar en la cárcel, pero Toñito no cree eso; a menudo la policía entra y sale sin llevárselo.

Se adentra por el estrecho callejón que separa las casas hasta encontrar otra puerta. Ahí está el Jíbaro pasándole un gran fajo de dinero al amigo de siempre. Cuando se ve descubierto, sale con las manos en la cintura, «quiero trabajar con ustedes», dice con voz temblorosa y el Jíbaro le responde que se pierda. Toñito obedece de inmediato y corre lo más rápido que puede con las fuerzas que le quedan.

Llega al parque, mira al cielo; aún está claro. Se sube al columpio, se mece mientras ve las nubes acomodarse. El amarillo y rojo empiezan a difuminarse y cambian sus tonalidades; es una batalla campal por quién es el más fuerte, hasta que mueren y caen detrás de las montañas. El pitido de los carros y los gritos de los demás niños, de vez en cuando lo traen de vuelta. El cielo al fin oscurece.

Escondido ve salir a su padre al trabajo de vigilante. Entra y la madre lo llama: «Antonio». Se asusta al pensar que quizás lo vieron en la casa del Jíbaro. Por suerte, solo está enojada porque no ha hecho los mandados. Se va con los brazos extendidos como si volara, porque afuera el aire es mejor, el ambiente es mejor, todo es mejor… Escoge el camino más largo, cuenta cada paso, se sube en los bordes del andén y hace equilibrio.

En la tienda está el Jíbaro con su amigo. Toñito finge no verlos. Compra las cosas y va de regreso, pero primero debe contemplar en la vitrina, la colección de carros que algún día podría tener si lo desea lo suficiente. Siente que lo jalan de la oreja. Es su mamá gritándole. Una voz le aconseja que no lo haga. La madre hace caso omiso, qué iba escuchar a un Jíbaro.

Toñito mira a través de la ventana. Tiene la música a tope en sus audífonos y alcanza a oír lo de siempre. Ignora por un momento el reflejo de su cara, su mirada se pierde en el horizonte hipnotizado por el danzar de los árboles y sueña… es Huckleberry Finn, escapa en una balsa, vive en una casa de árbol, lejos, tan lejos, donde jamás podrán encontrarlo.

A la tercera piedrita en la ventana, despierta, es el Jíbaro llamándolo con señas. No había querido salir hasta que la gente olvidara aquel incidente y se borraran las consecuencias. Lo hace por el Jíbaro, tal vez su vida al fin podría cambiar…

«Así eran mis cuchos». Dice mientras le examina los moretones. «Me volé de la casa a los trece y mírame ahora». Concluye orgulloso señalando sus comodidades. La cara de Toñito se ilumina. Él también podría ser como el Jíbaro… Golpean en la puerta de forma grosera. El Jíbaro saca su arma, mira a Toñito y le ordena silencio con su dedo en la boca. Toñito solo observa maravillado. Hay tanto que ver en esa casa…

Escucha palabrotas como las que se dicen sus padres y asoma media cara. Dos hombres arrastran al Jíbaro. Corre al cuarto y se oculta bajo la cama. «¡Está en el colchón!», grita el Jíbaro. Toñito ruega porque no lo vean. Su corazón palpita tan fuerte que cree poder oírlo. Uno de ellos levanta el colchón, y Toñito puede verlos por un resquicio entre las tablas. Es el amigo del Jíbaro abriendo el colchón con una navaja. Saca mucho dinero y aquel polvo parecido a la cal que había visto en las telenovelas que tanto les gusta ver a sus padres. Cierra sus ojos porque así no lo verán. «¿Dónde está el resto?», insisten. El sonido del golpe tras una caída hace que entreabra los ojos. Es el Jíbaro tumbado en el suelo que lo mira de lado. Luego, el ruido de un motor que se enciende como la máquina que usa el jardinero de la escuela…

Toñito entra en su casa. Se sienta a la mesa y sostiene su cara con las manos. Sus padres gritan y se lanzan cosas. Pero no los oye y tampoco los ve. Él solo escucha el ruido de un motor; gritos aterradores, y ve lo que queda del Jíbaro, que lo mira con los ojos apagados.

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