Vartry Road:

Londres, Inglaterra.

Barrio judío de Londres.

No sé si habéis estado alguna vez en un barrio judío. Al menos yo, nunca había visto y aun menos vivido en un barrio judío, de hecho, ni sabía que existían.

Recuerdo la primera vez que estuve allí, bajar en aquel andén desierto de la parada Stamford Hill.

Estaba anocheciendo, a pesar de no ser muy tarde, allí siempre anochece pronto.

Al fondo un puente enladrillado con escaleras que debo cruzar para salir a la calle.

Estaba nerviosa nos acabábamos de mudar y aun no conocía la casa.

Salgo de la estación, una calle oscura, fría, húmeda… ¿Cómo no? estamos en Inglaterra…

Casas, algunos edificios de ladrillo desgastado, característico de las casas londinense.

La casa está justo enfrente de la estación. Por fuera no parece más que un edificio viejo con grandes ventanas.

Al menos parece mejor que la anterior, aquella casa antigua al final de una calle sin salida y rodeada de vecinos conflictivos.

Es la casa de la esquina, con ventanas a ambas calles, una puertecita blanca para entrar en la planta baja que sube directamente hacia la casa, con dos pisos más arriba.

Al entrar me gusta, es acogedora, grande y está más nueva de lo que parecía por fuera.

Ya estamos todos en casa, colocando cosas, limpiando, en fin… instalándonos en nuestro nuevo hogar. Y ahí está el… sentado en la escalera con los brazos sobre las piernas, como que con el no fuera la cosa, como si él llevase viviendo allí meses.

Me mira fijamente, no deja de hacerlo últimamente, sabiendo el efecto que eso causa en mí. Ya en la vieja casa hemos notado la tensión que hay entre nosotros. Todos los demás se han percatado también. Esas noches en las que nos alcanzaba el amanecer, simplemente hablando, no han pasado desapercibidas para nadie.

Esquivo su mirada y entro a la cocina.

Curioso, me encuentro una cocina con dos fregaderos a muy poca distancia uno del otro, ¿Qué sentido puede tener esto? Luego lo supe, es algo muy común casas judías ya que deben cumplir reglas de cocina Kosher, básicamente mantener separados y “puros” los productos.

La ventana de la cocina da a un patio interior que conecta con la casa de alado. Es un patio pequeño, oscuro y lleno de trastos. No se saca mucho partido a una terraza en una zona en la que llueve prácticamente todos los días.

Primera noche, mi habitación está en la planta baja con el ventanal directo a la calle con altas farolas. Intento dormir, pero me cuesta, la habitación se ilumina con los destellos de las farolas. Nunca entendí porque en Inglaterra no usan persianas.

Pasan 20 minutos y ahí está otra vez el tren, empieza a oírse a lo lejos, luego se hace más intenso y finalmente se va alejando de nuevo, tal vez este sonido sea un problema para dormir, o tal vez no es este el problema…

Sé que él está justo detrás de mi puerta, en el salón viendo la tele. Tirado en el sofá con su aire despreocupado y ausente que lo caracteriza. Pero realmente es parte de su juego. Esto me impide aún más poder dormir.

Me asomo a la ventana y me quedo mirando, embelesada pasar un tren tras otro, pensando en la nueva etapa en este lugar, sin saber que están por venir los mejores momentos de mi vida. Justo ahí, en esa habitación, en esta calle, en este barrio.

Tras un largo rato caigo rendida, finalmente lo consigo.

Me despierto con la luz de sol dándome en la cara, evidentemente.

Salgo a la calle, bajo nuestra casa hay una tienda, la típica tienda de barrio o como diríamos en España “unos chinos” aunque realmente aquí no son chinos.

Sigo andando y empiezo a conocer el barrio. Me cruzo con hombres vestidos de negro con altos sombreros, todos visten igual, hasta los niños. Me llama la atención los mechones rizados que dejan a los lados de su sombrero. Mujeres y niñas con faldas muy bien vestidas y peinadas. Estos son los judíos, y el barrio está lleno de ellos.

Tras esta etapa de mi vida viviendo allí aprendí diversas cosas sobre ellos. Hay un día determinado de la semana en la que llevan un sombrero distinto, uno grande, redondo y peludo. Siempre van juntos los hombres con los hombres y mujeres con las mujeres. Suelen tener muchos hijos.

Al cabo de un tiempo dejé de mirarlos tan asombrada, me acostumbré.

Me recuerdo día a día andando por las calles, paseando por los parques, comprando en el mercado, esperando al autobús de dos pisos, pasando mi vida allí.

Recuerdo este lugar con un enorme cariño. Te acostumbras a los días grises, fríos, lluviosos y al olor a humedad.

Creo que allí valoraba más los días soleados. Los día que asomaban los rayos de sol me ponía realmente contenta, salía, disfrutaba…quizá el lugar, quizá el momento o quizá el con quién pero todo marco esta etapa de mi vida.

Pd: Dejo una foto (real) de un día que salió el sol y se la envíe a mi madre diciendo: “mamá esta es una prueba de que aquí si existe el sol” 😊 De fondo la estación de Stamford Hill. Mi cara de felicidad lo dice todo, la foto me la hizo él.

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