En el barrio de Gracia, más concretamente en la plaza del Sol, una muchacha pasea como cada tarde.
La chica, de grandes ojos verdes y mirada triste, incita a querer indagar en su alma.
Sus movimientos armónicos parecen acompañados de música celestial.
Sus manos pequeñas y arrugadas muestran la presencia de una vida dura.
¿Como se llamará?
Si le tuviera que poner un nombre la llamaría Blanca, como la nieve. La nieve lejana que habita en las montañas, solitaria, esperando a ser vista y tocada por unas manos cálidas llenas de ilusión.
Blanca parece triste, aunque tenga siempre una sonrisa marcada en el rostro.
Se la ve sola paseando por una ciudad llena de gente, la cual parece no verla, como si no existiera. Querría acercarme a ella y decirle que yo si la veo, que me tiene cautivado. ¿Será esto amor?
No se como, pero me ha robado el corazón.
Su melancolía ha penetrado en mi ser, su sonrisa acaricia mi alma y yo aquí, mirando por la ventana como una estatua de hielo que no se puede mover.
Como decirle que la quiero si jamas hemos hablado, como decirle lo que siento, si ni yo mismo sé que es, como decirle que me fundiría con ella como los copos de nieve se funden al tocar la piel.
¿Será que la reconozco en mi ser? ¿Será que nos hemos encontrado en otra vida?
He de tener coraje y acercarme a ella, he de ser valiente y borrar la incertidumbre que se aposenta en mi razón. He de ser osado para decirle lo que siento, solamente así podré hallar calma en mi corazón.
No quiero pensar en las dudas que esto me genera, pues el miedo caprichoso y celoso de los amantes paralizado me quiere ver.
Estoy preparado y decidido amada mía y a tu encuentro voy a ir, aunque solo sea para decirte que sin ti no puedo vivir.
En mi interior deseo ser correspondido, pues como hombre huérfano de maternidad, sueño con encontrar un ser que florezca mis sentidos.
Allá voy… Ya no hay vuelta a atrás, estoy enfrente tuyo, tu mirada me atrapa, tu presencia me abruma, tu me miras yo te miro, nos sonreímos, vamos directo el uno hacia el otro, estoy a tu lado, te paro. ¿Hablamos? le digo.
En el barrio de Gracia, más concretamente en la plaza del sol, como cada tarde, me siento en un banco a esperar a la muchacha ya hecha mayor. Han pasado 50 años. Su mirada me sigue conmoviendo. Su presencia me sigue emocionado.
A su alrededor nuestras hijas y nietos la acompañan. Y se la ve orgullosa del amor y la familia que ha creado.
¿Nos vamos amor? Que haces aquí todo pensativo y sonriente? Me dice con una mirada pizpireta.
Me levanto, la abrazo y con lágrimas en los ojos de la emoción le respondo.
Pensando en ti y en el día que te conocí. En como, desde el primer segundo me enamoré de ti.
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