Nací en Madrid e inmediatamente nos trasladamos a un pueblo, Torrejón de Ardoz, al barrio Torreparque, el Cemen.

Lo que más chocaba era que teníamos un cementerio particular lo cual dio pie a juegos, era una metáfora de la vida, un cementerio se mezclaba con la llamada «generación perdida». Pero no adelantemos acontecimientos.

Mi infancia fue decididamente extraña, comenzó jugando a lo que jugaban los niños en esas épocas; peonzas, canicas, chapas y a fútbol.

Pero un poco más allá de los juegos, acercándose al cementerio todo se volvía oscuro. Drogadictos campaban a sus anchas entre chicos y chicas de corta edad.

Sufríamos una especie de trueque capitalista cambiábamos al «frutos secos» del barrio, cascos vacíos de litros de cerveza por cinco duros. Lo que marcó mi futuro como mal empresario juvenil de drogas.

Según iba creciendo, la situación y la realidad se iban radicalizando. Bajaba por el portal pintando en las paredes, escupiendo. Sinceramente pocos recuerdos buenos tengo de la gente mayor de mi barrio, buscados por mi sin duda.

Con mis amigos Michael, Javi y Juan hacíamos cabañas (mansiones de perdidos), y allí, a los doce años empezábamos a fumar. Por las noches todo el barrio bocadillos en ristre, nos metíamos en el cementerio a poner grabadoras esperando escuchar alguna psicofonía.

Aún me dan olores que me hacen echar la vista atrás. (Creo que hay un hilo de plata conectado del cerebro a la nariz que cuando hueles algo se activa y te lleva justo a ese momento). Bajabas a la calle en verano y te venían olores de todas las comidas, mientras jugabas a baseball sin defenestrar a nadie, ni raza, sexo, o condición. Vivir en un barrio humilde te hace ser humilde. Un barrio, si, humilde pero con un parque que no lo tenía ningún otro y, claro, el cementerio vivo por el día y oscuro por la noche.

Un día ocurrió algo que jamás olvidar, no sé si lo soñé, ( De aquella época no se separar lo que fue sueño de la realidad ¿Quién puede saber cuándo sueña o cuándo está despierto? Más de una vez sueñas que estás despierto y despierto sueñas)

Bajé una mañana de verano dispuesto a disfrutar de un gran día, los soportales de mi barrio eran un laberinto de columnas que daban pie a mil juegos; fútbol, rescate, etcétera. Mi primera parada era en el frutos secos Gómez Chico donde Agustín, un chico amable que siempre estaba cantando me daba mi chicle.

Salía masticándolo, me alejaba de las columnas y por fin me daba el sol. Ante mi un enorme parque, a la izquierda un gran terreno donde echar los partidos «profesionales “, justo enfrente un redondel donde se ubicaban los heroinómanos. Era curioso mirar una flor, al lado una jeringuilla y justo enfrente el cementerio con sus muros, sus cruces y sus cipreses.

Bajó mi amigo Javi y decidimos subirnos a un árbol de los que rodeaban el cementerio, al rato en el banco de justo debajo se sentó un chico, se preparó su jeringuilla, el cinturón en el brazo y uno trás otro se metió hasta cinco picos. Allí se quedó sentado en ese banco con la cabeza caída. De los chicos que paraban en aquel círculo realmente quedan pocos.

Subimos corriendo a casa y ¡Sorpresa! Doña Marta, Ángel y demás seres de mi portal, contándole a mi madre lo malo que era… que había roto los cristales, pintado en las paredes, etcétera.

Luego llegaba la noche y decenas de chicos y chicas nos disponíamos a jugar a diversos juegos hasta bien entrada la madrugada, siempre vigilados por algún padre sin peligros de ningún tipo. Sin enfermos mentales que pululan a sus anchas matando inocencias.

Mi barrio, un barrio de clase media baja donde todos éramos iguales donde soñar y vivir era gratis al igual que morir. Donde vivir fue un placer y en donde aún sigo viviendo. Siento que si existe el alma, el mio, sin duda aquí quedará.

Ahora todo cambió, el cementerio era viejo y lo tiraron, cerraron el parque e hicieron de él un sitio apacible donde poder estar. Para mí ya no es tan apacible, falta el olor a licor, a droga, a flores, a muerte y a diversión.

Mi barrio ya no es mi barrio, nos han puesto vallas coartando nuestra libertad.

De ser el parque de la heroína pasó a ser el parque del agua.

Por un cemen libre ¡Siempre!

Y si, yo también fui drogadicto.

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